Por Neus Cardona
Esta semana, en la sección Educación y Familia traemos un tema que estamos seguros que causa mucho interés en aquellos padres que están pensando en tener más hijos cuando ya tienen uno o más de uno. Lo hemos titulado Cambios en la Familia, aunque eso podría englobar muchas cosas, nos referimos a la llegada de un nuevo miembro (bebé) a la familia. Por eso, hemos estructurado el tema en varios apartados.
1.1 LA LLEGADA DE UN BEBE
Daremos la noticia al niño ya durante el embarazo con un simple “vas a tener un hermano”. Esto es suficiente porque da explicación a los cambios que nota en su madre en los primeros meses de embarazo y a la vez le hace partícipe de los acontecimientos que ocurren en la casa. Hay que hablar con naturalidad de la noticia, que escuche cómo se lo decimos a la familia. Conviene hacerle notar los cambios físicos: “toca la tripa”, “háblale, que te oye”, “siente como se mueve”. Podemos preparar con él la habitación y la ropa de su futuro hermano, pero sólo si quiere, nunca por obligación. Si dice que no, respetemos su postura.
Hay que avisarle del tiempo que exige el cuidado de un bebé y ponerle como ejemplo el que le dedicábamos a él. Debe saber que el hermanito sobre todo, va a dormir y comer, y que no podrá jugar con él como le gustaría hasta que sea más mayor. No le dejemos que fantasee con la posibilidad de jugar con el bebé; con el tiempo se lo pasarán bien juntos, pero no al principio.
El niño tiene que estar informado de lo que ocurrirá mientras dure el ingreso para el parto. El padre, si es posible, tendrá que dedicarle mucho tiempo, cuidarle y preparar la visita para conocer a su hermano.
Se evitará cualquier cambio o fuente de estrés en este período y se intentará ser más flexible con determinadas reacciones del niño. Por ejemplo, no pretendamos que deje el pañal en estos momentos.
No conviene dejar al niño al cuidado de los familiares durante todo el periodo de hospitalización. El padre debe pasar alguna noche con él o, por lo menos, ocuparse de sus rutinas diarias.
Cuando los niños comienzan a tener independencia, afrontan con más tranquilidad situaciones donde pierden la exclusividad de la atención de sus padres. Están seguros de sus capacidades, tienen una relación duradera y clara con los adultos, se sienten autónomos y, por tanto, están más preparados para enfrentarse a situaciones externos como la llegada de un bebé.
Cualquier circunstancia repentina produce ansiedad por la incertidumbre que genera lo inesperado, así que sería un error no contar con el niño durante el periodo de embarazo, parto y llegada a casa del nuevo hermano. Encontrárselo de sopetón usurpando su privilegio de rey de la casa puede tener consecuencias muy negativas para el mayor.
Actitudes que fomentan los celos son dramatizar su expresión, ser rígido y exigente con el que los sufre, responsabilizarle del cuidado del pequeño, manifestar preferencias por el bebé, comentar las dificultades del mayor para aceptar al pequeño y regañarle mucho en esta etapa.
1.2 NUEVOS HERMANOS
Los celos son un sentimiento que todos experimentamos en algún momento en mayor o menor medida. Casi todos los niños sienten celos por el nacimiento de un nuevo hermano y, aunque los padres pueden mitigar este sentimiento, no desaparecerá.
La situación es la siguiente: el niño estaba solo, era el centro de atención de sus padres, de sus tíos, de sus abuelos; era el rey. Con el nacimiento de su hermano se ve destronado. Su madre, de repente, se va al hospital, está unos días fuera y le deja con los abuelos. Cuando regresa, se encuentra su casa llena de gente que viene a ver al bebé. En los días siguientes, su madre, que aún está convaleciente del parto, permanece constantemente pendiente del recién nacido. Es más, a menudo sólo se dirige al mayor para pedirle que deje de jugar, que no haga ruido, que no despierte a su hermano. A partir de ese momento tiene que compartir el tiempo y la atención de sus padres con un ser con el que apenas puede jugar y que no hace otra cosa que comer y dormir. Su madre se queda en casa con el bebé, mientras él tiene que ir al colegio. ¿No es normal que tenga celos?
Muchas veces estos celos se manifiestan de forma abierta, pero en otros casos, son más difíciles de identificar, aunque hay algunas manifestaciones típicas:
– Síntomas Físicos: Dolor de tripa y vómitos, falta de apetito, problemas de sueño o dolores varios que puede inventar el niño con el fin de acaparar la atención de sus padres.
– Trastornos emocionales y conductuales: Desobediencia, cambios de humor, agresividad, lloros, rabietas, pataletas, hostilidad hacia los padres o hacia el hermano. El niño puede buscar muestras de afecto, mimos. Intenta llamar la atención de cualquier forma posible. Se niega a ir al colegio, ignora al bebé.
– Regreso a etapas evolutivas ya superadas. El niño se vuelve a hacer pis en la cama, presenta un lenguaje más infantil que el que tenía antes, pide el chupete, el biberón, quiere purés para comer. En definitiva, intenta imitar a su hermano.
Por norma general, aunque dependerá de las características concretas de cada caso, el primogénito suele superar estos celos con la ayuda de los padres. Una vez que se vuelve a sentir ubicado y seguro, y que puede construir poco a poco, una relación de complicidad con su hermano, el problema se resuelve.
Actualmente se calcula que en torno al 20% de las parejas tiene un solo hijo. En otros momentos esta circunstancia parecía aumentar la posibilidad de que se dieran en el niño comportamientos que dificultabas su relación con otros (sobreprotección, introversión, poca capacidad para compartir, etcétera). Hoy está claro que ser hijo único no es un factor influyente en el comportamiento del niño, sino que, al igual que ocurre con los hijos de familias numerosas, depende de la forma en que sus padres enfrenten el día a día de su educación.
1.3 LA LLEGADA DE UN HERMANO
Los celos ante la llegada de un bebé y la rivalidad entre los hermanos son situaciones frecuentes en cualquier casa. Asta el año y medio de edad, el niño que tiene un hermano pequeño en casa tendrá la sensación de que siempre estuvo ahí, que siempre convivió con él.
Los niños de tres a cuatro años:
Cuando el primogénito tiene entre tres y cuatro años es cuando más reacciones de celos se producen, porque los niños a esa edad no han adquirido la suficiente autonomía de las figuras paternas como para aceptar el mayor tiempo que estas le dedican al bebé. El hermano mayor, al ver peligrar la exclusividad que le dedicaban sus padres, empieza a comportarse de una forma diferente. Es muy frecuente el regreso a etapas evolutivas anteriores para captar de nuevo la atención de los adultos.
Los niños suelen pensar que esta nueva situación puede hacerles perder el afecto de sus padres, razón por la cual reaccionan llamando la atención constantemente –a veces con comportamientos de oposición a las normas- o volviéndose más mimosos de lo habitual.
Cuando el pequeño empieza a caminar, a seguir a su hermano y a quitarle los juguetes, el mayor ya tiene cuatro o cinco años. Sus padres le repiten constantemente que debe cuidar a su hermano pequeño, cargándole con una responsabilidad excesiva y pidiéndole que se convierta en un ejemplo para él. El mayor interpreta que sus padres están más pendientes del pequeño que de él, o incluso que es él quien se porta mal, por lo que no merece ser tan querido como su hermano. Es entonces cuando aparecen los celos. Los padres deben hacer entender a los hijos que son suficientemente queridos por igual y que, además tener hermanos tiene muchas ventajas.
Hacia los seis o siete años:
A partir de los seis años, la capacidad de razonamiento de los niños cambia, po lo que ya no asocian la llaegada del nuevo hermano con la pérdida de afecto de los padres. Tienen su propio grupo de amigos y no dependen de la figura paterna como en etapas anteriores; no necesitan tanta exclusividad.
En esta etapa, si existen celos, son de menor intensidad, debido sobre todo al nivel de maduración y razonamiento del hermano mayor. En este momento el niño ve a su hermano como a un posible compañero de juegos y de diversiones; con el tiempo se crea una complicidad entre ambos.
Por norma general, los celos suelen remitir a medida que el niño va madurando, aunque hay algunas situaciones en las que son de gran intensidad y, sobre todo, duraderos en el tiempo. Cuando esto sucede, es necesario buscar ayuda profesional para atajarlos.
1.4 CELOS ENTRE HERMANOS
El niño que se ve destronado por su hermano sufrirá celos. Los padres pueden intentar mitigar el dolor que le producen, pero no evitar que los sienta. Será algo temporal como pasar un sarampión o una gripe, y tenderán a desaparecer cuando el niño vuelva va sentirse seguro y encuentre su nuevo lugar en casa.
Los padres no han de evitar ese proceso. Los celos son una oportunidad para que el niño conozca esa emoción, la identifique y aprenda a asimilarla. Así sabrá que sus padres pueden repartir su atencín con otras personas sin que disminuya su amor por él. También entenderá que a cada hijo se le quiere de distinta forma. Con el tiempo descubrirá las ventajas de tener hermanos y establecerá con ellos una relación de complicidad de la que los padres no serán partícipes, aunque sí espectadores. Para que este proceso se produzca es necesario sentar las bases:
– Hay que dejarle al niño que exprese lo que siente, aunque sea mediante el enfado o la rabieta, y traducirlo: “Entiendo que estés enfadado, sé por lo que estás pasando”. Todo lo que expresamos y no callamos es sano”.
– No utilicemos las comparaciones entre hermanos. Se puede reconocer las cualidades de cada hermano, pero no caer en consideraciones del tipo: “Mira a tu hermano, con lo tranquilo y bueno que es, ya podrías aprender de él”.
– Cuidado con reforzar en exceso el comportamiento de un hermano frente a los otros. Independicemos el trato, ya que cada niño es distinto. Si tenemos que regañar o felicitar a uno, mejor hacerlo por separado. No intentemos dar a todos lo mismo: el concepto de justicia es subjetivo y hay que educarles en el criterio de dar en función de las necesidades de cada uno.
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