Por Vicente Marí
Esta semana seguimos incidiendo en algunos aspectos clave que ya se apuntaron en las conclusiones publicadas en la primera quincena de noviembre. Hoy hablaremos sobre lo importante que es el seguimiento de un estudiante y su vida lectiva, un aspecto muy olvidado y que es fundamental para evitar el fracaso escolar. Insisto, sobre el fracaso escolar, la prevención es la clave.
Un error muy frecuente de los padres es seguir la evolución del estudiante a través de los progresos que se registran en el boletín de notas. Ese es un error gravísimo, basicamente por un detalle: este boletín registra el progreso del estudiante cada trimestre, y eso es mucho tiempo. Demasiado. Tanto profesores como alumnos consideran este sistema de evaluación a través de examenes no como el más idóneo, lo que viene a decir que, en ocasiones, lo que se refleja en ese boletín no es el trabajo ni mucho menos el grado de esfuerzo desarrollado por un estudiante, algo que debería estar reflejado. El boletín de calificaciones que un alumno presenta a sus padres al cabo de un trimestre puede dar lugar a muchas lecturas, y algunas de ellas muy equivocadas. El boletín puede llevar a error. Un estudiante con síntomas de fracaso escolar puede presentar en casa tranquilamente un boletín que refleje dos o tres sobresalientes, varios notables y ningún suspenso. Así de sencillo y contradictorio es el sistema actual.
Cuando hablamos de seguimiento me refiero a control. Este seguimiento o control de los progresos o tareas del estudiante se debe efectuar de forma diaria. Eso sería lo ideal. Si no se puede por cualquier razón, no debe espaciarse más de dos o tres días como mucho. Como ya hemos dicho en anteriores artículos, un estudiante puede empezar a manifestar los síntomas del fracaso escolar y este hacerse evidente al cabo de varios años después. Por ejemplo, un estudiante que llega a casa y abandona la mochila y los libros puede sacar buenas notas porque le basta con la explicación que dá el profesor en clase y porque el nivel de exigencia todavía es bajo. Sin embargo, cada año el listón se situa más alto y llegará un día que esa atención en clase no le bastará y suspenderá si no trabaja fuera del entorno escolar. Por eso, es vital mantener un seguimiento constante de la evolución del estudiante, sobre todo en los primeros años de vida lectiva, en la que será relativamente sencillo instaurar el hábito de estudio. Si este hábito no se instala en los primero años será mucho más complicado instaurarlo, y esta dificultad crecerá exponencialmente con cada año que pase.
El seguimiento del estudiante debe realizarse por varios motivos: el primero de ellos es básico. Este seguimiento nos permitirá conocer si el estudiante está llevando oportunamente la agenda escolar y las actividades a realizar, por lo que este seguimiento debe ser diario o como mínimo, lo más seguido posible.
Sin embargo, hay otras ventajas que nos ofrece el seguimiento del estudiante. Entre otras, nos da la posibilidad de instalar el hábito de estudio por medio del automatismo, es decir, el estudiante se acostumbra a hacer sus tareas escolares y estudiar cada día porque sabe que uno de los padres le va a controlar las tareas pendientes del día.
Es muy importante que el estudiante tenga una zona concreta y específica en la que pueda desarrollar sus actividades escolares de forma satisfactoria y que tenga un horario definido para hacerlas consensuado o negociado con el estudiante. Es importante que valoremos la opinión del estudiante, pero es indispensable que los padres impongan su criterio sin dañarla, aunque lo ideal es que se llegara a un acuerdo.
El lugar de estudio debe ser un sitio que no tenga un exceso de ruido, que esté aislado de las distracciones como el paso de la gente, bonitas vistas, la televisión, la radio e incluso, si es necesario, del ordenador, teléfono móvil y por supuesto, la consola de videojuegos, etc. Debe ser un sitio que favorezca la concentración y espacioso para que el estudiante pueda desenvolverse a sus anchas.
El tiempo a dedicar a las tareas escolares y al estudio deber ser el justo, ni demasiado, ni muy poco. Se trata de que este tiempo sea lo suficientemente importante para que el estudiante se lo tome con interés. Este tiempo se irá determinando en función de la edad del estudiante y del curso que esté haciendo. Se puede empezar con media hora o tres cuartos para ír incrementando el horario en función de la dificultad a medida que vamos superando cursos y la dificultad y la exigencia son mayores. Eso, el educador lo irá viendo y ajustando los primeros días.
Una vez que se han definido el horario, el tiempo a dedicar y el espacio, es importantísimo que, como padres educadores, no nos dejemos vencer ni por la apatía ni por el cansancio a la hora de llevar el control diario de los progresos del estudiante. Este control puede ser constante, a través de preguntas sobre el tema que debía estudiar o sobre los deberes que debía realizar. También debe estar claro que, si termina los deberes antes de que finalice el tiempo establecido para el estudio, ese tiempo “sobrante” debe invertirse en intentar comprender las materias que deben darse próximamente, a modo de anticipación. Asimismo, si falta tiempo para terminar la tarea, es evidente que hay que dedicárselo hasta la finalización del mismo.
El seguimiento de las tareas y el estudio del estudiante es especialmente valioso por la motivación que siente el estudiante a realizar sus tareas, sobre todo en los primeros años de escuela, ya que le permite captar la atención de los padres a través de sus progresos. Eso le da seguridad sobre lo que hace y permite a los padres corregir conductas y malos hábitos para implantar hábitos de calidad.
Este seguimiento debe ser llevado con la participación activa de los tutores escolares, es decir, el profesorado, ya que es importante que nos aseguremos que lo que está haciendo en su horario es lo que debe hacer. Se han dado casos de estudiantes ya mayores que sólo hacían una parte del global de las tareas establecidas y esto pasaba desapercibido porque el seguimiento era débil, no se habían establecido contactos con los tutores escolares y había un cierto desinterés, monotonía o cansancio tras la jornada de trabajo por parte de los padres. Normalmente no puede ser a otra hora ya que los dos padres trabajan y estan fuera de casa.
Entonces, ¿cómo se controla si el estudiante está realizando lo pactado? Si le dejamos solo en casa para que haga los deberes y estudie, ¿Cómo podemos estar seguros de que no ha hecho sus tareas deprisa y corriendo y luego se ha puesto a jugar a la consola en cuanto nos hemos ido? Eso es complicado, y debe tratarse como un tema de confianza entre padres e hijos. Es decir, nosotros como padres, confiamos en que ellos harán eso que hemos pactado (estudiar durante un tiempo establecido). Aunque no dispongamos de una persona que esté encima de él para que estudie –es importante que al principio adquiera el hábito, después no hará falta porque lo tendrá asumido y automatizado-, eso podremos comprobarlo cuando, al llegar del trabajo, le sometamos a un pequeño “interrogatorio” sobre el temario que debe realizar así como de los deberes pendientes del día.
Como apunte final, es importante que el estudiante lleve una agenda y la utilice para llevar él mismo un control de las tareas que tiene que realizar, lo que le ayudará a ser más organizado.
El próximo jueves volveremos con más temas sobre Educación y Familia. No te lo pierdas.
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