Por @vicent_mari
Llegamos al último de los temas directa o indirectamente relacionados con el tema que tratamos durante el mes de Noviembre (el Fracaso Escolar, que afecta a más de un 30% de los estudiantes en España). En esta ocasión, y para despedir el mes –y el año-, abordamos un tema muy importante que debe ser una prioridad para los padres: el hábito de estudio.
El hábito de estudio consiste en la repetición del acto de estudiar, realizado en un mismo lugar, a la misma hora y de la misma manera. La adquisición de este hábito es un paso imprescindible para desarrollar con éxito la capacidad de aprendizaje del niño y debe empezar a establecerse alrededor de los siete u ocho años. Sin embargo, antes de empezar a implantar el hábito de estudio, es necesario que se hayan implantado otros antes, como las normas y los límites que deben regir al niño –un hogar sin límites ni normas no es un hogar, sino un caos que tarde o temprano acabará por estallar-, así como el tiempo que le dedicamos al hijo. Los estudiantes que desarrollan el hábito de estudio tienen muchas menos probabilidades de tener problemas académicos como el fracaso escolar.
El papel de la familia es muy importante para prestar apoyo en la realización de las tareas escolares, para conseguir la implicación del estudiante y ayudarle a superar los miedos.
Como hemos dicho antes, para instaurar el hábito de estudio con éxito, este depende de tres factores:
– Que sea en el mismo lugar: Es muy importante fijar desde el principio un sitio adecuado en el que el niño lleve a cabo sus tareas, con pocos estímulos que puedan distraerle, por lo que debe estar alejado de ventanas, televisores, teléfonos, cocina u ordenador –a no ser que lo necesite-.
– Que tenga el mismo horario: Es conveniente fijar un horario teniendo en cuenta las necesidades del estudiante y como padres, velar por su cumplimiento, de tal forma que haya un momento diario establecido para la realización de las tareas escolares que el niño conozca e identifique fácilmente.
– Que sea de la misma manera: A medida que la necesidades del estudiante lo precisen, los padres deberán establecer un método adecuado para el estudio de su hijo.
Las características del hábito de estudio son varias y más complejas de lo que pudiera parecer a simple vista:
– Es un proceso que requiere tiempo y esfuerzo.
– Es una actividad individual.
– Implica atender a un contenido, esto es, seleccionar algo con el fín de procesarlo.
– Hacer uso de unas estrategias adecuadas a las diferentes tareas, si se trata de deberes o si se trata de comprender un temario.
– Requiere de la atención, concentración y memoria, capacidades fundamentales para el aprendizaje.
– Es un proceso orientado hacia metas: estudiamos en función de unos objetivos que pretendemos alcanzar. La motivación que el estudiante tenga se verá reflejada en las diferentes metas que pueda establecer.
LA IMPORTANCIA DE LAS TECNICAS DE ESTUDIO
El método que se utiliza a la hora de estudiar tiene una importancia decisiva. Es difícil que asimilemos las materias que se imponen, a no ser que busquemos un buen método que facilite su comprensión, asimilación y puesta en práctica.
El orden a la hora de estudiar es fundamental para adquirir los conocimientos de forma firme y lógica, ya que la desorganización de la información facilita su olvido. Las técnicas de estudio son herramientas que nos permiten hacer el trabajo de forma más rápida y eficaz. No se trata de un conjunto de recetas mágicas, sino más bien, de unas estrategias que facilitan el estudio y hacen que se convierta en un proceso dinámico que el hecho de repetir mecánicamente la lección.
Las técnicas de estudio son fundamentales para adquirir un buen hábito, ya que dotan de orden y forma a la información que se pretende aprender y evitan el temido olvido. Mediante las primeras experiencias con las tareas escolares, el niño va creando un método de estudio personal que va a influír en el desarrollo de su forma de estudio.
Las variables que influyen en el fracaso escolar son múltiples, aunque una de las principales es saber estudiar. Cuando uno sabe estudiar, se aprende más y mejor. Aprender más es aprovechar el tiempo dedicado al trabajo personal; aprender mejor supone lograr un aprendizaje de mayor calidad. Si se aprende mejor, el estudio se convierte en una actividad gratificante y quizá, más divertida, ya que el éxito en los estudios hace que aumenten la motivación escolar.
El hábito de estudio es la herramienta con la que el niño puede aprender a estudiar más y mejor porque consigue aumentar el rendimiento del tiempo dedicado a aprender y, como consecuencia, los éxitos académicos y la motivación hacia lo escolar.
IMPLANTAR EL HABITO DE ESTUDIO EN CASA
– Hay que tener un sitio fijo en cada reservado para estudiar.
– Debe estar alejado de ruidos.
– Ese sitio debe estar libre de objetos que puedan distraer al estudiante.
– La mesa de estudio debe tener suficiente espacio.
– Debe haber suficiente luz.
– A la hora de estudiar, debe tener a mano todo lo necesario.
– Definir un horario de estudio y llevarlo a cabo.
– Estudiar fuera del horario de clase al menos cinco días a la semana.
– Planificar el tiempo que hay que dedicar al estudio cada día.
– Distribuír el tiempo entre las actividades y las asignaturas de acuerdo con su extensión y dificultad.
– Estudiar lo que se propone estudiar al empezar.
– Incluír períodos de descanso breves en esos planes de estudio
– Leer el tema antes de estudiarlo.
– Intentar encontrar las ideas o claves principales de los que se lee.
– Subrayar las ideas o los datos importantes.
– Consultar el diccionario si no entendemos una palabra.
– Emplear algún procedimiento para memorizar
– Repasar alguna vez los temas estudiados.
Antes he hablado de lo importante que es establecer hábitos, tanto de alimentación, de higiene, de sueño e incluso de normas y límites. Las rutinas normalmente se llevan a cabo en el mismo lugar, y en cuanto al estudio sucede lo mismo.
Un niño que ha crecido respetando las normas que le han establecido, no tendrá excesivos problemas para adquirir el hábito de estudio. Ahora bien, aquel niño que no ha conocido rutinas ni límites le será difícil empezar por uno nuevo que exige capacidades como la concentración y la atención y que requiere entrenarse desde un primer momento.
Los hábitos, y el estudio, se establecen a fuerza de repetirse. No es necesario esperar a que el niño tenga deberes marcados desde el colegio. Lo ideal es que, desde pequeño, se acostumbre a estar concentrado en una tarea durante un rato. De lo contrario, cuando sea más mayor, difícilmente podrá conseguir concentración durante períodos largos de tiempo, algo que es imprescindible para los estudios avanzados.
Desde que comienza el colegio, se puede acostumbrar al niño a estar cada día concentrado unos minutos e ír aumentando el tiempo poco a poco. Puede hacerlo con actividades como los dibujos, los puzzles, los cuentos, los trabalenguas, los poemas infantiles, las adivinanzas y cualquier otra cosa que exija su concentración y memorización, pero que además, le guste y le motive. Es importante que termine todas las actividades que empiece.
Para iniciar el hábito de estudio, como con cualquier otro hábito, hay que seguir las tres reglas básicas: en el mismo lugar, a la misma hora y de la misma manera. De no hacerlo así, de variar el lugar con cierta frecuencia, o el horario o el método, cualquiera de estos tres factores, el hábito no quedará bien implantado y surgirán dudas, que son como grietas que poco a poco, irán desestabilizando y destruyendo todo nuestro trabajo.
Cuando ya le mandan deberes para casa, podemos ayudarle a organizar lo que tiene que hacer para el día siguiente, asignatura por asignatura. Distribuimos las tareas empezando por las que le resultan más complicadas y dejando las más fáciles para el final. Uno de los objetivos principales para la adquisición del hábito es que estudie él sólo. Para ello tenemos que retirarnos y confiar en que lo hará. Con niños muy pequeños o al esmpezar a establecer el hábito tendremos que llevar a cabo el siguiente proceso:
PRIMERO: Leer con él lo que hay que hacer, pedirle que nos diga que lo ha entendido y dejarle que realice la tarea sin nuestra intervención, aunque se equivoque. Al final, repasar juntos el resultado; este será el momento de corregir las equivocaciones. Haremos lo mismo con cada ejercicio y permaneceremos a su lado sentados en silencio, mostrándole un actitud adecuada cuando se estudia.
SEGUNDO: Una vez organizado el trabajo, nos retiraremos con la siguiente indicación: “Intenta hacerlo tú; lo que dudes, apúntalo y lo vemos cuando acabes todo el ejercicio; avísame cuando hayas terminado”. Protestará y pondrá mil excusas. “Pues entonces me paro y no sigo”. Nos iremos indicándole de nuevo que nos llame al terminar el ejercicio. Entonces reforzaremos su esfuerzo y corregiremos las dudas con él. Pasamos al siguiente tema y volvemos a retirarnos, indicándole que, si no tiene dudas, siga avanzando en la tarea. Cada vez que haga más de un ejercicio sin nuestra ayuda hay que decírselo: “Has hecho tú solo todo el trabajo sin necesidad de mi ayuda. Eres un fenómeno”.
TERCERO: Organizado el trabajo, nos retiramos indicándole que intente realizar todos los ejercicios él solo, que apunte las dudas y nos avise cuando haya terminado. Entonces lo primero será reconocerle el esfuerzo realizado antes de solucionar las dudas. Has que responsabilizarle del cuidado, el orden y el mantenimiento del material de estudio, de forma que, al terminar, recoja todo y deje la cartera preparada para el día siguiente.
LAS TECNICAS DE ESTUDIO
La necesidad de aplicar técnicas de estudio surge cuando el colegio empieza a pedir tareas que precisan síntesis, resumen, memoria y concentración, y el estudiante encuentra dificultades a la hora de llevarlas a cabo. Surge la necesidad de aplicar un método de estudio que sea realista y efectivo, aproveche el tiempo y dé resultados. El método sería la suma de los siguientes factores: Motivación, concentración, fuerza de voluntad, en el marco para la obtención de resultados claros y realistas.
El primer paso es leer el texto y comprenderlo. Para ello hay que dudar en preguntar o en buscar en el diccionario las palabras que el estudiante no comprenda El siguiente paso sería encontrar los puntos más importantes y subrayarlos o remarcarlos. Una vez que esto está hecho, a continuación hacer un resumen o un esquema que sintetice el tema para tratar de comprenderlo y memorizarlo. Todo esto sería lo esencial para llevar a cabo el estudio de un tema. Sin embargo, no nos olvidemos de repasar con cierta frecuencia los temas estudiados anteriormente, puesto que también son importantes y, en cierto modo, complementan la información se estudia en ese momento.
Es importante también que, cada hora o cierto tiempo, haya un descanso que vendrá bien al estudiante para recargar la motivación, y esto es esencial.
Todos estos pasos son esenciales y componen lo que es una sesión de estudio, que debe implantarse con el hábito. Al principio, es normal que el estudiante tenga dificultades y le cueste repetir el proceso al día siguiente, pero con el tiempo, el hábito se irá implantando y el cerebro irá creciendo y fortaleciéndose.
LA ACTITUD DE LOS PADRES
Es necesario que los padres se impliquen en el proceso de implantar el hábito de estudio. Para ello es necesario que tengan presente una serie de responsabilidades que, como padres o tutores, deben preservar. Son lo que llamaría los deberes de los padres. Son estos:
1.- Es tarea de los padres exigir y animar al estudiante. Una exigencia gradual que empieza con la instauración del hábito y que poco a poco, se traslada a las tareas y su desarrollo. Hay que animarle haciéndole confiar en sus capacidades cuando se esfuerza.
2.- Los problemas de estudio se traducen en un deterioro de las relaciones en casa. Los padres suelen estar encima del estudiante y éste se agobia y se queja. Cuando los progenitores son capaces de confiar en su hijo y le enseñan a utilizar sistemáticamente un método de estudio previamente pactado, aumenta la motivación del estudiante.
3.- Si se sospecha que pueden existir dificultades que no permiten el rendimiento esperado, hay que acudir a un especialista que defina exactamente qué está ocurriendo y establezca un plan de trabajo que incluya cambiar la actitud hacia el estudiante para ayudarle y no hacerle culpable.
4.- Guiar al estudiante no significa hacerle su trabajo; hay que mostrarle la disposición a ayudarle, a explicarle las dudas y atender a lo que nos pide, pero no tenemos que hacerle los deberes.
5.- Reforzar sus logros aumentará su confianza en sí mismo y elevará su entusiasmo por las tareas; se sentirá querido por si mismo y no únicamente por sus éxitos.
6.- Hay que establecer metas concretas y reales, sin acosarle con la idea del estudio, y recordarle los objetivos marcados.
7.- Transmitirle respeto por lo escolar si cuidamos: la puntualidad, que lleve el material adecuado –no el más caro- y que se ocupe de cuidarlo. Es importante proporcionarle experiencias en las que use los conocimientos adquiridos.
8.- Es importante dirigir las críticas hacia la tarea –“sabes hacer mejor la letra; cuando te esfuerzas no haces tachones”- y nunca hacia la persona –“eres un inútil y un vago”-. Si calificamos así al estudiante, se lo creerá y actuará como tal.
9.- Los padres tienen el deber de mantenerse informados de todo lo que ocurre en el colegio, los objetivos, la relación con los compañeros, con el profesor, y participar en las actividades cuando se requiera su presencia. Además de saber lo que está ocurriendo, transmitirán al estudiante lo importante que es para ellos su vida escolar.
10.- No hagamos comparaciones con otros niños: “Juan ya lee sin problemas; a ver cuando lo haces tú”. Si queremos establecer comparaciones, que sea entre las propias tareas del niño: “Cuando empezó el curso sólo escribías tu nombre; ahora ya sabes todas las letras”.
11.- Los hijos imitan lo que observan en casa: si ven leer a los padres, si vemos un programa cultural en la tele, si como padres fomentamos actividades de ocio como el deporte o las visitas a museos, si mantenemos conversaciones sobre temas que despierten nuevos intereses, si les facilitamos experiencias donde puedan llevar a la práctica lo estudiado, motivamos su deseo por aprender cosas nuevas y estimular su curiosidad y sus ganas de investigar.
12.- Ante los fracasos, hay que enseñar al niño a no desanimarse, ayudarle a mejorar y buscar alternativas como, por ejemplo, aprender técnicas de estudio.
13.- Negociar el plan de estudio no significa que el niño decida; los límites y las consecuencias siguen siendo función de los padres. El castigo y la amenaza como forma de solucionar el bajo rendimiento escolar no son en absoluto eficaces; premiar el esfuerzo y los logros resulta mucho más beneficioso.
14.- Hay que permitir al niño/estudiante que tome decisiones y darle responsabilidades acordes con su edad.
Con este artículo ponemos fín a dos meses en los que hemos tratado el fracaso escolar y los aspectos que influyen en él. Espero que todo el esfuerzo de los redactores que hemos participado en él haya servido para arrojar un poco más de luz al tema.
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