Por A. W.
El deseo sexual no es patrimonio exclusivo de la juventud, ya que la capacidad placentera se inicia en la infancia y no concluye hasta la muerte. La sexualidad es algo más que el simple intercambio reproductivo, es un proceso comunicativo que no cesa a ninguna edad.
El nivel de testosterona, la principal hormona masculina, va disminuyendo gradualmente a partir de los 40-50 años; a los 70 el nivel se ha reducido un 30 por ciento, (este nivel se considera dentro del nivel normal de un hombre joven). Tan sólo el cinco por ciento de los hombres que visitan a un especialista para tratar la disfunción eréctil, tienen bajo el nivel de testosterona. De hecho, el bajo nivel de testosterona se relaciona con un escaso interés sexual, y no con la impotencia.
Las reducciones que se producen en el nivel de hormonas masculinas con motivo del envejecimiento no son tan drásticas como el descenso en el nivel de estrógenos que experimenta la mujer tras la menopausia.
Un estudio revela que la mitad del género masculino considera que la impotencia es consecuencia inevitable de la edad. A medida que un hombre envejece, el riego sanguíneo que llega al pene disminuye, provocando un periodo refractario (tiempo que necesita el pene después de un orgasmo para recuperar la erección) más largo.
Factores Psicológicos
Casi todos los casos de impotencia aparecen acompañados por problemas emocionales que pueden afectar seriamente tanto a la autoestima del individuo como a sus relaciones, y que a menudo causan o perpetúan la disfunción eréctil. Muchos hombres tienden a culparse por su impotencia, incluso si ésta ha sido claramente provocada por problemas físicos sobre los cuales tienen escaso control.
La ansiedad está entre las causas más citadas de la impotencia psicológica. Por muchas razones, tanto culturales como coyunturales, la ansiedad con respecto al acto sexual puede provocar un intenso miedo al fracaso y dudas a propósito de la propia capacidad. Llamados a menudo ansiedad del acto, estos sentimientos pueden a veces poner en marcha un ciclo de ansiedad crónica, provocando impotencia. Cuando se experimenta la ansiedad, el cerebro libera unas sustancias químicas denominadas neurotransmisores que comprimen los músculos lisos del pene y sus arterias. Esta compresión aminora el flujo sanguíneo en el pene y aumenta dicho flujo fuera de éste, ocasionando la impotencia. También el estrés puede producir la liberación de sustancias químicas en el cerebro que afectan negativamente la potencia de un modo similar.
La depresión es otro trastorno fuertemente asociado con la disfunción eréctil. Según un estudio, el 82 por ciento de los hombres que declararon una disfunción eréctil moderada o severa tienen también síntomas de depresión. No está claro qué condición causa la otra. Las personas deprimidas pueden tener dificultades en el funcionamiento sexual a causa de la inhibición del deseo y la falta de atención hacia la pareja.
Los problemas en las relaciones tienen a menudo un impacto directo en el funcionamiento sexual. Las compañeras de hombres con disfunción eréctil pueden sentirse rechazadas y resentidas, en particular si el hombre afectado no les confía su ansiedad o su depresión. Con frecuencia, ambos miembros de la pareja experimentan culpa por lo que perciben como un fracaso personal. La tensión y la angustia se presentan a menudo entre personas que son incapaces de discutir asuntos sexuales o emocionales entre ellos. Puede ser muy difícil para el hombre consumar el acto sexual cuando ambos miembros de la pareja albergan dichos sentimientos.
Síntomas de impotencia
– Cambio en la calidad de la erección, bien en la rigidez, bien en la capacidad para mantener la erección, o en ambas.
– Incapacidad de experimentar o mantener una erección al levantarse por la mañana.
– La impotencia que se manifiesta durante un período de tres meses y no es debida a un acontecimiento estresante, ni a fármacos, alcohol o alguna enfermedad, requiere atención médica.
Cuestión de estrógenos
Es habitual creer que a medida que avanza la edad disminuye el deseo sexual y que se hace inexistente cuando la menopausia llega. Sin embargo, los especialistas afirman que el climaterio hormonal no tienen por qué significar el fin de la actividad sexual.
Los ovarios contienen desde el nacimiento alrededor de 200000-400000 folículos, unas pequeñas bolsas que poseen el material necesario para producir óvulos maduros. Asimismo, los ovarios son los encargados de producir las dos hormonas femeninas más importantes, los estrógenos y la progesterona. Los estrógenos son un grupo de hormonas femeninas esenciales para el proceso reproductor y para el desarrollo del útero, las mamas y para otros cambios físicos asociados a la pubertad.
Los estrógenos actúan sobre unos 300 tejidos diferentes del cuerpo de la mujer, no solamente los que están involucrados en el proceso reproductor, como es el caso del útero, de las mamas y de los genitales externos, sino también los tejidos del sistema nervioso central (incluyendo el cerebro), los huesos, el hígado y las vías urinarias. Los estrógenos determinan la característica distribución femenina de la grasa corporal en caderas y muslos, que se desarrolla durante la adolescencia. A pesar de que la mayoría de los estrógenos son producidos por los ovarios, también pueden ser producidos por otros tejidos, como puede ser la grasa corporal, la piel y el músculo. La progesterona es necesaria para el crecimiento y preparación del endometrio uterino para acoger al óvulo fertilizado.
A medida que la mujer envejece, sus reservas de óvulos disminuyen. La menopausia se define como el final de los ciclos menstruales que ocurre cuando la reserva de folículos se ha agotado o cuando los ovarios son extirpados. La secreción ovárica de estrógenos y de progesterona finaliza al llegar a la menopausia. El proceso, sin embargo, no se presenta bruscamente. Unos años antes del último ciclo comienza un periodo denominado perimenopausia, y puede llegar a durar unos cuantos años más. Al principio de la perimenopausia, la menstruación se vuelve irregular, y puede haber aumentos bruscos de estrógenos. Unos seis meses antes de la menopausia, los estrógenos disminuyen drásticamente. Esta caída de estrógenos desencadena los fenómenos de sequedad vaginal y de los sofocos (que pueden presentarse desde medio año antes hasta cinco años después del inicio de la menopausia). Cuando los ovarios dejan de producir estrógenos, aún continúan produciendo pequeñas cantidades de testosterona, una hormona masculina que puede ser convertida en estrógenos por parte del tejido graso corporal. La cantidad total de estrógenos producida después de la menopausia es mucho menor que la producida por una mujer en la época fértil.
La media de edad en la que se presenta la menopausia es actualmente de 51,4 años (aunque se presenta en un rango que va de los 40 a los 60 años), por lo que las mujeres, cuya esperanza de vida actual es de unos 80 años, vivirán unos 30 o 40 años de su vida en el estado postmenopáusico.
Cortesía de www.sabervivir.es
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