Por Ciara Molina
Muchos son los adultos que añoran las largas siestas que se les permitían cuando eran niños. En cambio a muchos niños no les gusta irse a dormir después de comer. La siesta, ¿es un hábito beneficioso? ¿Cómo saber el descanso que necesita cada niño? ¿Es verdad que si duermen al mediodía luego no concilian el sueño por la noche?
Dormir y descansar son dos actividades imprescindibles para el correcto desarrollo de nuestros hijos, y el sueño, tanto diurno como nocturno, es la base regeneradora de la energía. Esta energía es la que necesita el niño para aprender y desarrollarse en ese nuevo mundo que es la vida fuera del útero de su madre. Al nacer, son tantos los estímulos novedosos que se le presentan al bebé, que necesita una mayor cantidad de energía que la que precisan los adultos. Por eso se pasan la mayor parte del tiempo durmiendo.
La idea más generalizada es que la siesta es ese momento en el que, después de la comida del mediodía, dormimos un rato. Pero las siestas en los niños no suceden sólo al mediodía, si no que son los ratos de sueño que siguen a cualquier comida. De hecho, la alientación y el sueño van tan ligadas que es muy recomendable que los dos hábitos se adquieran al mismo tiempo.
Cuando los niños son pequeños todo gira entorno al sueño y la comida. Y ambos están tan relacionados que para establecer cuántas siestas necesita nuestro pequeño nos basaremos en su ritmo de comidas. A medida que las comidas se vayan espaciando y el ritmo de las mismas se vaya adaptando al de los adultos, lo mismo pasará con las siestas.
Tu pediatra te informará de cuáles son las horas idóneas para cada comida, lo que dependerá de la edad que tenga el niño. Generalmente, y siguiendo las indicaciones que E. Estivill y S. De Béjar ofrecen en su libro Duérmete, niño, se establecen una serie de edades promedio que te pueden servir como guía. Un niño de unos tres meses de edad debería seguir una pauta de comidas similar a la siguiente:
Conforme el niño va creciendo, las comidas se van espaciando hasta igualarse con las de los adultos. Y lo mismo sucede con las siestas: las horas de sueño diurno se van reduciendo mientras el sueño nocturno se alarga y se hace de un tirón. Por ejemplo, un bebé de siete meses ya habrá eliminado la siesta de la merienda y a los quince meses tampoco dormirá después del desayuno. En cambio la siesta que sigue a la comida del mediodía es recomendable mantenerla el máximo tiempo posible. Como sabemos que esto puede resultar difícil debido al ritmo que se impone desde la escuela o por nuestro trabajo, recomendamos mantener la siesta como mínimo hasta los cinco años.
Algunos niños necesitan dormir muy poco durante el día pero, aunque así sea, es recomendable un rato de descanso después de la comida. Quizás algún día tu hijo no duerma, pero estará tumbado en su cama, con la luz apagada, relajado… Pasar todo el día sin una hora de siesta o de descanso no es nada aconsejable. Está muy extendida la creencia de que la siesta retrasa o dificulta el sueño nocturno. Evidentemente, si tu hijo empieza la siesta a las 3 de la tarde y se levanta a las 5, cuando llegue la noche no tendrá sueño. Pero si tu hijo duerme la siesta dentro de las horas correctas, llegará a la noche cansado, pero relajado, y dormirá bien. Al niño que se acuesta por la noche sobreexcitado o demasiado agotado puede costarle mucho conciliar el sueño o que por el contrario duerma tan profundamente que tenga pesadillas. El momento más aconsejable para la siesta se sitúa hacia la 1:30 ó 2 del mediodía, justo después de comer, para despertarse entre las 3 y las 3:30.
¿Cómo saber si la siesta de mi hijo es regeneradora? Lo observarás en su conducta, en su forma de comportarse. Cuando el niño ha descansado lo suficiente, lo verás con ganas de jugar, más activo. En cambio si la siesta no ha resultado efectiva, se mostrará irritable, le dará por gritar, llorar, se mostrará inquieto y cansado. Es importante despertar a nuestro hijo de la siesta con mucho tacto y cariño. Hay que despertarlo con el tiempo suficiente para que pueda abandonar de forma gradual su estado adormecido. Si lo despertamos de forma brusca o con prisas es muy probable que el niño se ponga a llorar o que esté irritado, aunque durante la siesta haya descansado suficiente.
Al igual que con el sueño nocturno, es recomendable respetar siempre un mismo horario para la siesta: acostarlo y levantarlo cada día a la misma hora, e intentar que siempre duerma la siesta en el mismo sitio (cuna o cama).
¿Qué pasa si intento que el niño se duerma y no lo consigo? Debes dejar pasar un tiempo prudencial que le permita conciliar el sueño: en niños a partir de seis meses debes esperar una hora como mínimo, y algo más de tiempo en bebés más pequeños. Si pasado este tiempo no se ha dormido, levántalo y no lo acuestes hasta que le toque la próxima siesta, así mantendrás su ciclo de sueño/vigilia sin alteraciones. Lo que no podemos hacer es dejar que el niño duerma a deshoras, ya que podría ser perjudicial para él y para nosotros, que también necesitamos dormir para descansar y recuperar energía.
Ciara Molina García es licenciada en Psicología
Extraído de www.solohijos.com
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