Por Jaume Vidal
Continuando con el rastro que dejé la pasada semana, hoy abordamos otra incursión literaria en las costumbres japonesas. Arthur Golden consiguió una gran novela rica en detalles e intensidad narrativa en su primera novela, que fue publicada en 1.997.
Al igual que “Shogun”, Golden, que había estudiado y especializado en cultura japonesa (llegó a estudiar mandarín) hace más que una aproximación, sino que se sumerge de lleno en las tradiciones japonesas de mitad del siglo XX, poco antes de la segunda Guerra Mundial. Golden ofrece una gran cantidad de detalles, con lo que consiguió un gran realismo narrativo que más tarde le ocasionaría muchos dolores de cabeza. Para escribir la historia, Golden se entrevistó con varias geishas, entre ellas Mineko Iwasaki.
Francamente, no puedo añadir más que detalles puntuales, puesto que no recuerdo mucho de la lectura salvo algunos pasajes y la maldad o inocencia de ciertos personajes por lo que recomiendo la lectura. Ciertos pasajes se hicieron muy pesados y engorrosos, pero el balance final que hago del libro es muy positivo.
El libro permaneció durante dos años en la lista de Bestsellers del New York Times. Se han vendido más de cuatro millones de copias y ha sido traducido a treinta y dos idiomas.
Sin embargo, tan apasionante como la novela, fue lo que sucedió a raíz de la publicación de la misma. Arthur Golden fue denunciado por una de las geishas, Mineko Iwasaki, con la que se había entrevistado, por difamación e incumplimiento de contrato. Según la demandante, su acuerdo suponía el anonimato total, pues existe un código de silencio cuya ruptura supone una gran ofensa. Además, Iwasaki dice que la novela de Golden retrata a las geishas como prostitutas de clase alta, cuando por ejemplo se subasta la virginidad de Sayuri al mejor postor. Iwasaki declaró que esto no sólo no le había ocurrido a ella, sino que tal costumbre no había existido jamás en Gion. La idea de Golden era conseguir en la novela un mundo muy similar a la realidad, por lo que buscó detalles para darle realismo, y aquí fue donde radicaba la disputa. Iwasaki recibió incluso amenazas de muerte y peticiones de censura por deshonrar su profesión. En 2003, tras seis años de batallas legales, ambas partes llegaron a un acuerdo no judicial por una cantidad económica cuyo importe se desconoce.
Un año más tarde, Mineko Iwasaki escribió y publicó su novela “Vida de una geisha”.
Ya en 2005, “Memorias de una geisha” se llevó a la gran pantalla dirigida por Rob Marshall y consiguió tres Oscars.
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