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En defensa del campo pitiuso: Por qué conviene consumir productos autóctonos

posted by Vicente
En defensa del campo pitiuso: Por qué conviene consumir productos autóctonos

Por @vicent_marí

     

     Los productos del campo español son de una calidad exquisita. Las frutas, verduras y hortalizas que se cultivan en España, en su mayor parte se exportan a otros países, sobre todo Europeos. Mientras tanto, los españoles consumimos productos de peor calidad, con menos controles fitosanitarios, en su mayoría venidos de otros países como Egipto, Turquía, chile, Sudáfrica, Colombia o China. ¿Cómo es posible?

     Cuando decidí escribir este artículo que hoy lee, no me envolvía una oleada de orgullo patrio, sino que fue la consecuencia directa de una serie de preguntas que buscaban una respuesta clara lejos de ambigüedades y retóricas. Espero que la lectura de este artículo deje un sabor amargo próximo a la reflexión, que es lo que precede a la acción. En España se pierden cada año cientos de toneladas de frutas y verduras procedentes del campo español, al igual que muchos otros tipos de alimentos como la cebada, el trigo e incluso el aceite, el que muchos dicen que es el mejor del mundo. ¿Cómo es posible?

     Esto contrasta con la realidad: la mayor parte de las frutas y verduras que se venden en Ibiza (cuando digo Ibiza entiendan también España) vienen de fuera del territorio nacional. La razón: El precio. En algunos países, estos productos son más económicos de producir y los gobiernos de estos países ofrecen ventajas para la exportación. Todo lo contrario de lo que sucede aquí. Uno puede preguntarse: “si esto fuera cierto, ¿cómo es posible que acabe de pagar alrededor de dos euros el kilo de tomates en la frutería del supermercado?”. La respuesta es sencilla: Esta diferencia económica no redunda en el precio del consumidor final, sino que engorda los márgenes de beneficio de algunos empresarios que intermedian entre el origen y el consumidor final. Esto supone prácticamente la paridad de precios en relación a los productos cosechados aquí. Sin embargo, los productos cosechados aquí tienen muchas dificultades para llegar al mercado. ¿Por qué? La respuesta rápida es que no presentan tanto beneficio como los productos venidos de fuera.

     Recientemente me dí un paseo por la zona de frutería de un supermercado en el se que vendían frutas y verduras a precios que podrían considerarse económicos. A mi alrededor, la gente llenaba la cesta con tomates, cebollas, lechugas, naranjas, melocotones… pero antes de hacerlo miraban el precio. A nadie le importaba la procedencia. En mi cabeza daban vueltas las recientes subidas de los precios: el pan, el combustible, o por supuesto, la fruta y la verdura. Cuando comparé los precios de los productos importados de otros países con los que se elaboraban en el campo pitiuso descubrí que la diferencia no era significativa en cuanto a precio, pero si lo era en cuanto a calidad y sabor, y sobre todo, en cuanto a salud. Más adelante, en este artículo explicaré por qué. Pero no fue lo único que descubrí. En algún sitio, los productos cosechados en Ibiza eran sensiblemente más baratos que los traídos de fuera. La mayor parte de esta información está disponible en Internet y se ha publicado en otros artículos de distintos medios de comunicación nacional, por lo que puede consultarse desde casa.

      Este artículo pretende poner al descubierto el sabotaje que las normativas europeas someten al sector agrario, los abusivos márgenes de los intermediarios, porqué son tan baratas en países como Marruecos, Brasil, Egipto, Sudáfrica, Chile y quiere evidenciar por qué es preferible consumir productos autóctonos. Este artículo desvelará porqué teniendo productos nacionales de calidad y prestigio que se pudren al no poder llegar al mercado, España sigue comprando frutas y verduras a diversos países del planeta.

     La línea que sigue este artículo acerca las respuestas y enfatiza en la diferencia entre lo que se produce aquí y lo que viene de fuera, aportando información relevante sobre este tema y dejando al lector la decisión final en el momento de llenar la cesta.

     Para conocer la evolución natural de estos productos desde que se recogen hasta que llegan al consumidor final, el primer paso es contactar con productores locales, aunque también he hablado con cooperativas, consumidores… y los testimonios recogidos dibujan una realidad cada vez más triste y oscura. Este artículo quiere descubrir el motivo de este pesimismo que sufren no sólo los productores, sino también los consumidores.

¿Por qué consumimos productos de otros países?

     La fruta y verdura más populares en España son la naranja y el tomate. De estos dos productos hay muchas variedades distintas. Tomates y naranjas se producen en el campo pitiuso, aunque cada vez menos. ¿Por qué? Principalmente por dos razones: porque hay cada vez menos productores y en segundo término porque es cada vez menos rentable, ya que tienen que competir con los productos que vienen de fuera. La gran mayoría de las frutas y verduras que se consumen no sólo en Ibiza y Formentera, sino en España, no son autóctonas, es decir, no son producidas aquí, sino que vienen de terceros países. ¿Qué ocurre con lo que se produce aquí? Una pequeña parte se consume aquí, en España, y la gran mayoría o bien se exporta a otros países, principalmente europeos –principalmente Francia, Alemania Inglaterra e Italia – y un porcentaje se pierde por no tener salida en el mercado. Esto es peor si pensamos en que los productos producidos en el campo español tienen una garantía avalada por la UE, algo que no tienen los productos venidos de fuera, que no tienen la obligación de seguir controles tan estrictos.

     La pregunta es obligada: ¿Porqué en España consumimos productos de menor calidad venidos de fuera y los producidos aquí, que pasan todos los controles, se exportan fuera de nuestras fronteras? ¿Porqué, si el precio al que llegan al consumidor final sería prácticamente el mismo? El razonamiento es simple: porque los intermediarios ganan más con productos venidos de fuera, que son más baratos y por tanto, su margen de beneficios es mayor. En el caso de que una fruta nacional tuviera un precio más elevado que su homóloga extranjera, la que se vendería en mayor porcentaje sería la más económica. Eso obligaría a la fruta nacional a bajar el precio, y por tanto, el margen de beneficio se recortaría. Y los intermediarios y/o importadores no quieren ver disminuir su margen de beneficio. Es así de simple. La calidad del producto y la satisfacción del consumidor queda muy lejos en sus prioridades. Pero no culpemos a los empresarios exclusivamente. Lamentablemente, la mayor parte de los consumidores les da la razón comprando productos que no necesariamente son más baratos, sin que se cuestionen su calidad o valoren su déficit en el sabor. Si se exigiera fruta y verdura procedente del campo español, ganaríamos en salud, sabor  y satisfacción. Pero esto no se hace. Al consumidor le es más cómodo sacrificar la calidad y el sabor por unos centimos menos en la cuenta de su compra.

     Un caso similar es el que ocurrió con el aceite de oliva en los años setenta y ochenta del pasado siglo. En aquellos tiempos el aceite producido aquí se exportaba a países como Francia e Italia principalmente, y en España se consumía un aceite venido de otro país. Por fortuna, la situación se ha corregido y ahora consumimos el mejor aceite del mundo: el que se produce aquí.

¿Por qué se importa fruta y verdura?

      ¿Se ha preguntado alguna vez de donde viene la uva que cada fín de año, con cada campanada, se mete en la boca? Los agricultores españoles se quejan de que las dos únicas variedades de uva de parra nacional que se pueden encontrar en esas fechas, de Murcia (la dominga) y la de Vinalopó, en Alicante, se están perdiendo. Los motivos: los costes y los acuerdos que al parecer, tiene España con terceros países. Estos acuerdos garantizarían que España importará un elevado número de productos como frutas y verduras a cambio de otras contraprestaciones. Esto se ve ratificado en el hecho de que en vez de ayudar al campo español, cada vez le van denegando ayudas y apoyos, con lo que estan matando al sector. Lo que confirmaría este extremo es, como veremos más adelante, si se aprueba el acuerdo que elimina los aranceles entre la Unión Europea y Marruecos.  

     “A nosotros nos cuesta producirla en torno a 1,10 euros y nos la están pagando a 0,70 por culpa de la que viene de fuera, que la producen más barata porque no tienen ni los costes laborales ni los controles fitosanitarios que me obligan a tener aquí”, asegura Isidro Cayuela, agricultor ecológico y responsable de uva de mesa de Murcia. En el pasado año 2.009, España importó 46.000 toneladas de uva de mesa por un valor superior a 160 millones de euros. Las uvas se importan principalmente de Egipto, Turquía, Marruecos, Sudáfrica e incluso Brasil. Según el IPOD (Indice de Precios en Origen y Destino de los Alimentos) de este pasado noviembre 2010, la uva tenía un precio medio en origen de 0,90 €/kilo, y llegó al mercado español a 2,40 €/kilo, lo que supone un aumento del 168%. 

     En cuanto a los costes, los productores nacionales tienen otro gran problema. Una jornada de trabajo en el campo español se paga en torno a los 51 euros; en Marruecos, esto se reduce a 4 euros. ¿Y esta diferencia de costes no debería repercutir en el consumidor? Debería, pero esto no sucede “porque ni las explotaciones ni las cadenas de alimentación reducen márgenes de beneficios. El consumidor además, pierde en seguridad alimentaria: La Unión Europea (UE) ha prohibido el uso de más de doscientos plaguicidas por ser nocivos para la salud a los agricultores que produzcan en la Unión Europea. ¿Se lo van a prohibir también a Marruecos?”, se pregunta Emilio Rico, presidente de Cooperativa Agrícola (COAG) de la Comunidad Valenciana.

     Este sentimiento de quiebra e impotencia se intensifica cuando se rumorea que, a principios de año, la Unión Europea tenía previsto aprobar un acuerdo agrícola con Marruecos que eliminaría los aranceles y liberalizaría la importación. No he conseguido confirmar la veracidad de este extremo, ni si ese acuerdo se ha aprobado ya, aunque muchas personas de diferentes cooperativas agrícolas me aseguran que ese acuerdo existe. Si esto sucede, será el fín de la agricultura en este país. Según comentan, ese acuerdo deja sin protección a la alcachofa, el limón, la naranja, el melocotón, el melón, el pimiento, la sandía o el aceite. Mención especial merece el tomate: en 2014 recibiremos 285.000 toneladas de tomate marroquí. La situación, como se puede comprobar, es dramática.

¿Cómo podemos evitar la invasión del producto venido de fuera?

     La culpa del encarecimiento de estos productos es evidente: los intermediarios. El ciclo normal que siguen estos productos es el siguiente: un productor vende sus productos a la cooperativa, que a su vez los vende a otra empresa, sea un supermercado o una gran superficie, al que suelen aplicar un margen que ronda o supera el 100%. Así, un producto que directamente desde el productor cuesta 0,50 €/kilo, acaba llegando al consumidor a un precio superior a los 2,00 €/kilo.

     Pero olvidemos el precio por un instante. Al producto español le interesa ser consumido antes que echarse a perder. Y para eso, ha de competir con el producto que viene de fuera. Según Javier García, asesor empresarial, esto puede hacerse eliminando a los intermediarios. Es decir, estrechando la cadena que une al productor con el consumidor. Esta es la verdadera asignatura pendiente con la que lucha el campo español, porque “en cuanto a calidad y salud, la batalla esta ganada de largo. Los productos de fuera no pueden competir con los españoles. Tienen la batalla perdida en cuanto a calidad, así que luchan en cuanto a precio. Y ahí es donde le duele al campo español: No es competitivo a nivel de precio”. Así pues, si reducimos intermediarios, el producto nacional podría llegar al mercado incluso a mejor precio que los productos foráneos. ¿Cómo puede hacerse esto?

     En el norte de España, en Navarra o Asturias está proliferando un tipo de comunidad en la que los productores se comprometen a vender sus productos a familias, que a su vez, han acordado comprar un número mínimo de existencias a un precio determinado, con lo que tanto el productor como el consumidor quedan satisfechos. El productor vende sus productos a un precio razonable por el que gana dinero y el consumidor compra un producto conociendo su calidad a un precio adecuado, con lo que se establece una relación que trasciende la típica de vendedor cliente. La ventaja es que se aumenta la confianza entre las partes. Y confianza es lo que merece el campo español. Este modelo ha surgido frente al actual modelo de producción industrializado (mucha cantidad en detrimento de la calidad y el precio del agricultor), y es conocido como el modelo ARCO y Nekasarea (en Euskadi y Navarra): una red de productores y consumidores. Los primeros se comprometen a mantener todo el año el precio de sus productos, y los segundos, a comprárselos. Las familias calculan cuánto consumen al año de carne, frutas, verduras, huevos… y crean su propia cesta, que cuesta un 30% menos que en el supermercado. “Es peligroso y poco inteligente que nuestra alimentación dependa de otros países. La UE dice que la reconversión del agricultor no tiene sentido, y vemos que es lo contrario. En Orduña (Vizcaya) no había nadie que produjese verdura y ahora hay cinco, de huevos hay dos… Ofrecemos el trabajo cuando ya hay demanda, por lo que los jóvenes vuelven al medio rural”, explica Mikel Kormenzana, coordinador de una de las nekasareas. En la actualidad cuentan con un centenar de productores y más de quinientas familias, asegura.

     Este modelo no se ha instalado todavía en las pitiusas. Aquí las cosas van a otro ritmo, más despacio. Aunque si se han producido cambios: Cada vez mas fincas en Ibiza ya disponen de un punto de venta de fruta y verdura producida en ellas dirigido al consumidor final y dejando a un lado al intermediario. Este tipo de organización hace llegar el producto al consumidor a precios realmente bajos sin que eso signifique una pérdida para el productor. Un ejemplo de esto sería “Sa Boquería”, una pequeña tienda de frutas procedentes de la Finca Can Savina, en Sant Josep. Este pequeño local está situado junto al CETIS, en Ibiza. Los precios de muchos productos que se ofertan allí son más bajos que los que puede encontrar incluso en el Mercado Nuevo de Ibiza. Esto es posible gracias a que no hay intermediarios y el producto se vende a un precio razonable, y tanto el consumidor como el productor quedan satisfechos. No es el único caso. En Sant Joan de Labritja, Santa Eularia y Sant Josep hay otras explotaciones que venden sus productos sin intervenciones externas.        

     La cooperativa Agroeivissa está estudiando la posibilidad de crear una especie de mercadillo en el que se pondría en contacto a los productores con los consumidores, como una forma más directa, sencilla e interactiva de acelerar la relación entre productor y consumidor, con lo que la confianza entre las partes aumenta y beneficia el producto y el consumo del mismo.

¿Por qué consumir productos de Ibiza y Formentera?

      La respuesta a esta pregunta se ha ido contestando a lo largo de este artículo. No nos dejemos llevar por lo evidente, por lo fácil. No nos dejemos engañar por el precio. Los importadores cuentan con eso y juegan con la salud y satisfacción del consumidor, algo que este no debería permitirle. Nosotros, como consumidores, tenemos un gran poder de decisión, y deberíamos ejercerlo para decir claramente por qué apostamos: Precio o calidad. El consumidor exigente no se deja engañar por unos céntimos, sino que apuesta por la calidad y la confianza que le otorga un producto hecho con las artes tradicionales y que ha seguido los controles fitosanitarios exigidos por la Unión Europea, algo que muy seguramente no sucede en otros países.

     Consumir productos de Ibiza y Formentera es apostar por el futuro, por la calidad, por la seguridad y la confianza. El dinero que se invierte aquí vive y crece aquí, mientras que no se puede decir lo mismo de productos importados. No importa si el precio es ligeramente superior. Hay ventajas que no pueden medirse con dinero.

     La salud y la confianza, por ejemplo.

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