Por @vicent_mari
A medio camino entre las poblaciones de Sant Josep de sa Talaia y Sant Antoni de Portmany se encuentra un pueblecito encantador, formado alrededor de una preciosa iglesia desde la que se divisa el valle y el mar. Sant Agustí des Vedrá es más que un pueblo tranquilo y con encanto.
A pesar de que siempre he vivido en la isla, nunca me había atraído la idea de visitar este pequeño pueblo, formado por un reducido número de casas alrededor de la iglesia, un bar, un restaurante y una galería de arte, a las que se ha sumado “Can Curt”, el espacio cultural que alberga exposiciones. No obstante, cuando acudí a la boda de mi prima Oren y Jordi, comprobé maravillado que se trataba de un pueblo que se mantenía anclado en el tiempo, y que la vida allí discurría casi como era antes, con una inmensa tranquilidad, con respeto hacia las tradiciones, la arquitectura y la forma de vida rural.
La iglesia, elemento muy importante de los pueblos de Ibiza, en Sant Agustí tiene un protagonismo especial, ya que alrededor de ella se ha levantado este pueblo, se construyó a principios del siglo XIX. Esta iglesia, de aspecto sencillo en el exterior, es acogedora debido a sus dimensiones, así como espléndida y colorida en su interior. Dispone de una escalera que sube a un nivel superior donde se instala el coro y/o los instrumentos musicales. Esta iglesia se bendijo en 1.806 y presenta una particularidad: es la única orientada hacia el Oeste, ya que por norma general, las iglesias se orientaban hacia el Sur. La causa de esto fue que dos familias de disputaron el honor de que la iglesia fuera levantada en su terreno. Finalmente, se tomó la decisión salomónica de construir el templo en la frontera de los dos terrenos, mirando de frente a los hogares de los propietarios del suelo.
No hay duda de que Sant Agustí des Vedrá parece un lugar mágico, anclado en el tiempo, que permanece inalterable, conservando aquello que parece olvidado. Salvo alguna excepción, las casas están construídas de forma tradicional, y una buena parte tiene una pequeña porción de terreno en su parcela en la que cultiva. Se pueden ver coches que hace muchos años que ya no se fabrican en los garajes y tractores listos para entrar en acción.
Sant Agustí respira un aire limpio, relajante, tranquilo. El pueblo es silencio la mayor parte del tiempo, excepto cuando es tiempo de “xacota”, de fiesta, en la que los balladors y balladoras de sa Colla des Vedrà, formada en 1.981, y que recientemente, en julio de este año 2.011 celebró su treinta aniversario. Esta colla es una muestra más de que las tradiciones siguen vivas y a las que se les profesa un especial cuidado.
No hay duda para el visitante que Sant Agustí es uno de los pueblos mejor conservados de la isla. No hay Ningún elemento que rompa con la sencilla arquitectura de este pequeño pueblo, con la su casa parroquial, situada en la parte trasera de la iglesia, la torre de piedra que hay al fondo y las casas payesas, el bar, el restaurante, la galería de arte y el centro de cultura que rodean la plaza. Desde allí, en esa elevación de terreno se pueden divisar los campos del entorno, famosos por albergar vides que producen un vino tinto casero y afrutado, de excelente calidad. A escasa distancia existen, además, numerosas playas tan conocidas y admiradas como Platges de Comte o cala Bassa.
Hay muchas cosas que hacen de Sant Agustí un pueblo especial: Sus pequeñas dimensiones, su estética tradicional, su luz al atardecer, la blancura de sus paredes, la calidez de sus gentes, y algunos pequeños detalles a los que un visitante prestaría atención incluso por muy distraído fuera.
Mención aparte merece “Can Blau”, un centro de música muy especial tal como demuestra su historia (ver artículo). Sant Agustí tiene algo especial que toca la fibra del visitante. Uno no necesita mucho tiempo para comprender que está en un lugar especial. La gente todavía sale a la calle con las sillas en momentos de calor para echar unas risas o sencillamente hablar con los demás. Las personas de este lugar tienen lazos fuertes que les unen. En muy pocos lugares se cultivan tanto las relaciones humanas como aquí.
Los habitantes de Sant Agustí están orgullosos de su pueblo. No cabe ninguna duda. Cuando les dije que era de Puig d´en Valls y que me encantaba Sant Agustí, todos me dedicaron una sonrisa que venía a decir que ellos también están contentos de cómo esta y que no quieren que cambie. De hecho, he conseguido una fotografía de 1.996, de hace quince años, y extraordinariamente, pocas cosas han cambiado.
Lo esencial, lo invisible, el alma, sigue ahí, inalterable.
El día grande de Sant Agustí se celebra todos los años el 28 de agosto.
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