Por Miguel Angel González
Tras el exhaustivo trabajo de investigación llevado a cabo sobre ses Feixes por el Grup d´Estudis de la Naturalesa, (GEN-GOB Ibiza), y publicado el 2009 con el título ´Vila i ses Feixes. Els camins de l´aigua´, queda poco por decir de los tradicionales cultivos del Pla de Vila que aporte alguna novedad significativa. En todo caso, aquí sólo intento dedicar unas líneas al portal de feixa, elemento arquitectónico que, en su simplicidad, es ya un arquetipo y el ´símbolo´ reivindicativo de un espacio que necesitamos conservar y, por supuesto, la imagen que más y mejor identifica la singular cuadrícula de cultivos que nuestros mayores tuvieron hasta mediados del siglo pasado en los humedales del norte de la bahía. Del portal de feixa me gustaría subrayar su singularidad, su procedencia, su encuadre en la arquitectura pitiusa, su sorprendente localismo, su razón de ser y, por supuesto, su plasticidad. Pero antes de entrar en harina, conviene partir de dos escuetas precisiones. El diccionario del IEC define feixa como «peça de terra de conrreu plana, limitada per marges». Y el portal de feixa es, según la Enciclopèdia d´Eivissa i Formentera , «l´entrada rústica que dona accés a cada una de les feixes del Prat de Vila i del Prat de ses Monges; és format per dues columnes sencilles lleugerament atalussades, fetes amb pedra i argamassa, unides per una llinda recta sostenguda per bigues de savina; (…) emblanquinat i tancat amb un reixat de fusta, sol anar precedit per un pontet simple, fet de lloses, per tal de salvar la séquia o canal que fa de partió i seveix de drenatge del terreny».
En lo que se refiere a su singularidad, cabe decir que si la colonización para usos agrícolas de tierras cenagosas con acequias y drenajes es algo que encontramos en otras geografías y un sistema de cultivo relativamente común en terrenos lindantes con albuferas, deltas y marismas, no ocurre así con el portal de feixa que es un elemento autóctono y, en cierta manera, insólito, no en vano materializa la paradoja que supone ´ponerle puertas al campo´. Pero el portal de feixa sorprende también por su localismo, por el hecho de darse únicamente en el Pla de Vila. Y si hoy aparece en otras zonas de la isla como entrada de fincas o jardines, se debe a un mero mimetismo que, por otra parte, es relativamente reciente. También cabe preguntarse por qué se construía y qué razón hubo para que se generalizara hasta el punto de que, como vemos en alguna vieja fotografía, moteara toda la extensión del llano con la blanca nota de su enjalbiego. El estudio citado del GEN ha conseguido fotografiar, a pesar de los destrozos que ha sufrido la zona, 53 portales, pero sabemos que existieron un mínimo de 146 parcelas, por lo que no es exagerado pensar que pudo haber cien o más portales. En cuanto al motivo de su construcción, está claro que no era proporcionar una entrada ´ornamental´ a los huertos, porque no estaban los ánimos ni los tiempos para tales adornos. La arquitectura pitiusa tradicional era siempre funcional y utilitaria, respondía siempre a necesidades concretas y si el payés se molestaba en construir una arcada de piedra y ponerle ´puertas´ era porque le interesaba cerrar el paso a extraños y afirmar la propiedad de su parcela. Este detalle puede resultar ofensivo cuando hacemos gala de que en la Ibiza de nuestra niñez todas las puertas estaban abiertas o con la llave a la vista, pero aquí hablamos de otros tiempos y, sobre todo, de muy distintas circunstancias. A diferencia de lo que pudo ocurrir en el interior de la isla, donde los cultivos estaban cerca de las casas y el payés sabía en todo momento quien andaba en sus tierras, en la feixa lo único que solía haber era un chamizo para guardar los aperos de labranza y el agricultor vivía en la ciudad o relativamente lejos del huerto, hecho que impedía toda posible vigilancia. La proximidad, por otra parte, de un núcleo de población importante como Vila suponía un riesgo mayor, particularmente en tiempos de penuria que, por cierto, no faltaron por lo que las crónicas explican. A partir de aquí y teniendo en cuenta que los retales de tierra ya quedaban separados y protegidos por las acequias, era lógico que el único acceso al huerto –un puentecillo sobre una acequia– se protegiera con un portón. Está claro que si alguien se empeñaba en aprovisionarse de matute en una feixa podía hacerlo, pero tenía que atravesar el brazal de agua o, en otras palabras, mojarse el culo, hacer malabarismos y violentar el portón.
En cuanto a la procedencia y encuadre del portal de feixa en la edilicia pitiusa, es evidente que mantiene un aire de familia con todos las otras construcciones tradicionales de la isla que, conviene recordarlo, mantienen un perfil netamente oriental, sean casas, hornos, norias o pozos. Y aunque aquí ya entramos en el terreno de las conjeturas, entiendo que tenemos indicios suficientes para afirmar que los primeros portales pudieron ser púnicos, generalizarse con los árabes y mantenerse en los tiempos que siguieron. Y lo digo –como en su momento adelantó Rolf Blackstad, arquitecto canadiense que ha elaborado el estudio más completo que conozco de las tipologías del portal y de su evolución– porque algunos de ellos parecen remitirnos a estructuras egipcias o mesopotámicas, una circunstancia que, por cierto, también se da en las casas más antiguas. Es una hipótesis que no descartaría. Y en el portal de feixa, finalmente, llama poderosamente la atención su elemental plasticidad, su desnudez, la pureza de su forma. Aislado como aparece en la revuelta de un camino, semioculto en un espeso cañizal, el portal de feixa es una auténtica escultura y en él no puede negarse una manifiesta voluntad de estilo, una querencia estética, un cierto clasicismo. El mismo enjalbiego de portal, que también vemos en los humildes pozos rurales desperdigados en los campos como pequeñas capillas, nos confirma la extraordinaria sensibilidad del payés constructor que, lejos de la rusticidad que cabría suponerle, tanto nos sorprende y nos enseña.
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