Por @vicent_mari
Sant Jordi de ses Salines, situado en el municipio de Sant Josep de sa Talaia, se encuentra próximo a Playa d´en Bossa y también a la ciudad de Ibiza, junto al aeropuerto. Hace tres décadas no pasaba de ser un pueblo típicamente ibicenco, con alma rural y anclado al pasado. Recientes cambios han variado esta imagen, acercándola a tiempos más modernos. Algunos de estos cambios han sido traumáticos y otros, más agradables.
Sant Jordi es, sobre todo, un pueblo tranquilo, sereno. Una tarde normal, todavía con horas de luz, se escuchan los pájaros y el lejano rumor de los niños jugando en el parque junto a la iglesia del pueblo. A pesar de esta tranquilidad, en ocasiones algún Mercedes o BMW cruza sus calles. Enormes mansiones salpican esta imagen de casas tradicionales y aire rural. Esta situado muy cerca del Parque Natural de Ses Salines.
Este pueblo tiene dos zonas muy diferenciadas. Los cambios a los que hacía referencia antes han dejado huellas evidentes, la más visible la polémica carretera que sirvió como excusa para derribar “Ca na Palleva”, una casa payesa que se convirtió en símbolo de la resistencia a esta obra faraónica. No obstante, otros cambios más agradables han dotado a esta población de un aire más social, ya que ahora hay un centro comercial donde hay diferentes opciones gastronómicas y de salud. Mesas en la calle permiten tomarse un refresco o un café al sol mientras conversa con amigos.
El pueblo consta de algunos bloques de pisos, sobre todo alrededor de la carretera que cruza el pueblo. No obstante, la cicatriz, como dicen algunos, es la carretera que discurre junto a esta población. Alrededor de la iglesia, las casas más antiguas tienen un perfil más tradicional, más rural, más práctico. La gran mayoría de estas casas que tienen un poco de tierra en su parcela no tiene jardín. Este lugar lo ocupa un huerto en el que hay desde árboles frutales a verduras y hortalizas. En alguna de estas parcelas incluso había animales como gatos, perros e incluso gallinas.
Llama poderosamente la atención el recinto del hipódromo, donde los sábados se celebra un mercadillo popular, con objetos de segunda mano, artesanía y ropa.
Como la gran mayoría de pueblos, Sant Jordi de ses Salines se edificó alrededor de la iglesia, cuya imagen almenada se parece más a una fortaleza que a un templo religioso. Esto se debe a que las iglesias, antiguamente se hacían servir como fortalezas cuando había algún ataque pirata u otra amenaza.
Este templo surgió como respuesta a dos factores. Por un lado, las necesidades espirituales de las personas que trabajaban recogiendo la sal en los estanques de ses Salines. La extracción de sal no sólo era una de las principales actividades económicas de la isla. Era también una de las principales causas de mortalidad. Pero la sal no sólo traía enfermedades y riqueza, también ataques e incursiones procedentes de piratas u otros enemigos. Por esto mismo, en segunda instancia, se construyó como recinto defensivo. Sus muros maestros son oblicuos y está coronado por almenas que subrayan su carácter de fortaleza. Las capillas laterales se levantaron en el siglo XVIII, cuando ya no fue necesario el uso defensivo del templo.
Cuando había un ataque de piratas o berberiscos las familias entraban en el templo con los carros y todavía se pueden ver en el suelo las marcas de las ruedas. El párroco añadió que podían pasar meses en la iglesia, con lo que mataban animales en su interior para alimentarse e incluso enterraban allí mismo a los muertos en unas criptas cuyas entradas señaló en el suelo. Una de las joyas el templo es la pila bautismal, de finales del siglo XV, una de las más antiguas de Ibiza. Recordó además que muchas familias de la zona guardaron en sus viviendas durante la Guerra Civil piezas de valor de la iglesia, gracias a lo que se conservan documentos y hasta un copón del siglo XVII que ahora forma parte de los fondos del Museo Diocesano.
No está claro cuando fue construida esta iglesia. Las primeras referencias escritas que encontramos pertenecen al siglo XVI pero su construcción parece encontrarse en la conquista catalana, en el siglo XIV. Se cree que ya estaba construida en 1.577.
Sant Jordi de ses Salines celebra su día grande el 23 de abril. La leyenda de este personaje habla de su valentía al hacer frente a un dragón para salvar a una muchacha de sus garras. Por eso, se celebra este día regalando un libro o una rosa a una persona querida.
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