Por David Prats
La relación entre adolescentes y alcohol por desgracia es cada vez más estrecha. En los últimos tiempos, esta relación se ha acentuado con la práctica de los botellones, que son concentraciones de gente que se reúnen con el único fin de beber, escuchar música y relacionarse al aire libre. Esto que ahora roza la ilegalidad en algunos lugares, es lo mismo que se hace en la discoteca, en el pub o en cualquier sala de fiestas. Hay que puntualizar que beber alcohol no es malo si se hace con control y de forma moderada. Lo contrario sería el consumo excesivo y puede derivar en alcoholismo. Son muchos los adolescentes que necesitan consumir alcohol u otras sustancias para divertirse durante los fínes de semana -ya que sin esto no saben divertirse, lo que ocurre a su alrededor les parece vacío-, y lo hacen de forma excesiva, y esto, decididamente, es un problema muy serio. No vamos a distinguir entre sexos, a pesar de que los varones son los que más consumen, las últimas encuestas revelan que el consumo de alcohol en las chicas ya no está tan alejado del de los chicos, por lo que se entiende que el consumo de alcohol es un problema que afecta a ambos sexos.
Se han hecho multitud de encuestas en la que se muestran los porcentajes cada vez más elevados de personas alcohólicas y el considerable aumento de este peligroso hábito entre los jóvenes. En España este fenómeno va en aumento, y esto se ve reflejado en las encuestas que dicen que la edad en la que los adolescentes empiezan a fumar y beber ahora ha bajado a trece años de media. Peor aún: si se pregunta por la primera borrachera, la media baja a los doce en chicas y a los once en chicos. Países como Inglaterra o Estados Unidos son verdaderas culturas del alcohol, en la que los jóvenes -y cada vez lo son más- beben por cualquier motivo y de forma descontrolada. La población española está siguiendo el mismo rumbo. Los motivos que pueden inducir a un adolescente al consumo de alcohol son variados y fundamentalmente se deben a motivos culturales, presión social y a la aceptación dentro del grupo. De todos estos, el factor cultural es el que considero más grave, porque se ha hecho con la complicidad de todos.
Cuando hago referencia al factor cultural me refiero a que todos lo hacemos. Consumir alcohol es algo normal. Salir a divertirse en la mente de la mayoría es quedar con los amigos y consumir alcohol. Todos somos culpables de haber implantado ese concepto, pero actualmente, en manos de adolescentes, ese comportamiento se ha degradado. Como hemos dicho antes, consumir alcohol no es malo si se hace de forma moderada, que es lo que podríamos llamar consumo responsable. Hay que resaltar la diferencia entre consumo responsable y consumo excesivo. Cuando se da el consumo excesivo de forma más o menos regular o frecuente, y que nadie se engañe en esto, estamos hablando de alcoholismo. Si hablamos de cifras, se calcula que 3,7 millones de españoles (8% de la población) abusan del alcohol y casi dos millones (4% de la población) están en riesgo directo de ser alcohólicos y por lo tanto necesitan tratamiento. ¿Qué se considera abuso o riesgo? Se considera abuso cuando una persona bebe el equivalente a medio litro de vino, y dependencia cuando el consumo al día es el equivalente a una botella de vino de tres cuartos.
También hay que considerar la presión social a la que estan sometidos los adolescentes. En el artículo titulado “adolescentes: cuidado con las malas compañías”, se abordó la problemática de las influencias tóxicas, que en ese artículo se refería a personas y comportamientos. Ese artículo dejó al descubierto que mayoritariamente, los comportamientos adolescentes se adoptan en gran medida para formar parte de un grupo, sentirse aceptados por otros. Los adolescentes son muy influenciables, necesitan sentirse libres, explorar, buscar su independencia, su personalidad, lo que hace que experimenten… Conocen otros adolescentes, cambian de hábitos, y es probable que en esa etapa tengan sus primeros contactos con las drogas, el alcohol, el sexo… la adolescencia es una etapa turbulenta en la que las hormonas dominan a la persona sin que esta sea consciente de ello.
Si nos atenemos al tema de la aceptación, es evidente que los adolescentes cuando salen a divertirse toman alcohol. Quizá no en un primer momento, pero a medida que pase el tiempo, bastará con que haya una celebración –un aniversario, la fiesta del pueblo, fin de curso, etc.- para que alguien traiga una botella y la haga circular. Estas cosas escapan al control de los padres. El alcohol, que en un principio era repudiado por la sociedad por sus efectos negativos sobre la persona –pérdida de control, percepción distorsionada de la realidad, somnolencia, etc.-, entre los adolescentes tiene un efecto socializador, y esto es debido a que el consumo de alcohol ayuda a relacionarse con los demás, ya que al perder parte del control, también se dejan a un lado los miedos que los frenan, y permite ser más desinhibido, más extrovertido y más comunicativo con los demás. Tanto chicos como chicas lo utilizan para ser más accesibles, comunicativos, para contactar con más facilidad con el sexo opuesto y mostrarse más atractivos. Sin embargo, eso tiene otra vertiente, ya que intensifica los comportamientos destructivos y violentos.
Los efectos del consumo de alcohol en jóvenes son distintos que en los adultos. En los más jóvenes conllevan alteraciones negativas con la familia, compañeros y profesores, bajo rendimiento lectivo, agresividad, violencia y tendencia hacia conductas de riesgo como la practica de sexo sin protección o conducir bajo los efectos del alcohol. Eso por no hablar de los efectos físicos, que se acentúan en los jóvenes cuerpos en formación de los adolescentes.
Según el doctor Francisco Pascual, asesor de la Federación de Alcohólicos Rehabilitados de España (FARE), es evidente que ha habido un cambio de perfíl en los afectados por el alcohol, “que antes eran personas de 40 ó 50 años, y ahora son jóvenes de unos 20 años de edad que además de consumir alcohol toman cannabis y cocaína”. Pascual advierte además, que en estos nuevos alcohólicos, “el componente psicológico de la dependencia es mucho más fuerte que el componente físico, que se veía años atrás, con los síndromes de abstinencia o los delirium tremens. Ahora lo que vemos son muchas las carencias a nivel conductual como irritabilidad o carencia de valores”. La consecuencia es clara: hay una clara tendencia, cada vez más, a que los jóvenes consuman alcohol. El hábito ya empieza a adquirirse a edades cada vez más temprana y se consolidan en la adolescencia o juventud.
Sin embargo, conscientes de este problema, ayuntamientos y centros juveniles han apostado por una diversión sana alejada del alcohol, por lo que en muchos lugares de España se han realizado una serie de talleres con el objetivo de preparar bebidas atractivas sin alcohol. Este tipo de talleres gozan de gran popularidad y su practica se ha extendido por gran parte del territorio nacional.
Prevenir el hábito del consumo de alcohol
El alcoholismo es una enfermedad y la familia es el comienzo de todo. De lo bueno y lo malo de cada uno. El verdadero germen del alcoholismo, en un porcentaje muy elevado, comienza en la familia. Un padre que bebe con frecuencia, aunque sea de forma moderada, puede ser un mal ejemplo. Los hijos aprenden por imitación, y de forma inconsciente, adoptan los mismos males, prejuicios y virtudes de sus progenitores. La familia es el origen de nuestras fortalezas y también, de nuestras debilidades. Por tanto, es ahí donde debemos empezar a luchar contra la implantación de ese hábito. Al igual que con el fracaso escolar, la prevención es la clave. Para ello, la comunicación entre padres e hijos es fundamental. Tiene que ser clara y fluída, sin engaños, y mostrar al hijo los problemas que tiene el consumo de alcohol. Sin embargo, como dije al principio, el mayor problema estriba en que el consumo de alcohol está socialmente aceptado y se está adoptando una mayor pasividad ante el consumo generalizado, excesivo y frecuente por parte de una parte de la juventud. Hay que hacerle comprender que no hay por qué beber en exceso, y que lo mejor es el consumo moderado y responsable.
Si el problema ya está asentado, como hemos dicho antes, es porque algo le ha llevado a iniciarse en el hábito. Habría que averiguar que es y lo más recomendable es acudir a un centro de ayuda para tratar este problema. Sin embargo, sin corregir el factor mental, el alcoholismo será difícil de erradicar.
La respuesta a la pregunta de si se puede curar un alcohólico es un canto a la esperanza del ser humano. Un alcohólico es alguien que padece una enfermedad para la cual no se conoce curación alguna. No existe ningún remedio que les permita beber con moderación y responsabilidad durante un período extenso como puede hacerlo una persona no alcohólica. De ahí la importancia de la prevención. Un alcohólico no tiene la capacidad de inhibir la ingesta de alcohol porque ya la ha perdido, y debe ser la abstinencia lo que le permita recuperar esa capacidad. El cuerpo humano es sabio, y pide cada vez más de lo que le das. Es evidente que el alcoholismo es una enfermedad, una compulsión física más ue una obsesión mental por la bebida. El alcohólico tiene que aprender a mantenerse completamente alejado del alcohol para poder vivir una vida normal. Es más, está obligado a ello. El alcoholismo es un problema de salud física y también emocional, y deben sanarse conjuntamente.
Por último, quiero dejar una reflexión sobre este tema: según me han comentado, los alcohólicos con el tiempo, empeoran su forma de beber, absorben más cantidad de alcohol, y por lo tanto, su salud también empeora. No se puede ser “un poco alcohólico” o “alcohólico a ratos”, por lo que si se dan estas dos afirmaciones, estamos hablando no de un alcóholico en potencia, sino de uno ya consumado, por lo que la recomendación es que busquen ayuda. Un alcohólico puede reducir tiempo de vida pero lo que es peor que eso, y es seguro, su calidad de vida.
La prevención comienza en la familia. No piense que los demás van a hacer el trabajo que debe hacer usted. Hágalo cuanto antes. Es mucho más tarde de lo que cree.
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