Descubrir La Mola

posted by Vicente

Por @vicent_mari

La Mola es la parte más al este de Formentera, que se levanta sobre la única montaña que existe en esta isla. Miguel Angel González definió esta zona como “una mole trapezoidal de 25 kilómetros cuadrados que, en sus límites, a más de cien metros sobre el mar, se precipita en un desbocado acantilado donde tiene su anclaje el Faro de Formentera”. El faro al que hace referencia se asoma sobre un enorme acantilado rocoso de unos 192 metros en una zona conocida como Punta de sa Xindria.

En medio de esta enorme mole de tierra y roca se levanta un pequeño pueblecito llamado El Pilar de la Mola. La iglesia de este pueblo se levantó el 1.784 y merece una visita por su desnuda sencillez y porque es de los pocos edificios de la isla que sigue el arquetipo de la arquitectura pitiusa tradicional. Esta población es el único sitio donde encontraremos cosas que comprar. En cuanto a todo lo demás, es un espacio abierto y en cierta forma inalterable. Digo que el paisaje de esta zona es abierto porque no hay nada que se interponga a la vista y alcanzamos a ver incluso el horizonte, donde muere el mar, y a la vez, hermético, cerrado, inalterable, en el que uno siente la necesidad de penetrar. Este paisaje no ha cambiado demasiado en los últimos siglos, y lo que se muestra ante nuestros ojos, es como un paisaje salido de otro siglo, en el que el aire era más puro y las tradiciones se respetaban.

La Mola no está exenta de leyendas: Se cuenta que Julio Verne se inspiró en el faro de La Mola para ambientar una de sus narraciones: Viajes y Exploraciones de Héctor Servadac a través del mundo solar, publicada en 1.877. No obstante, no es la única que se cuenta, ya que hay una leyenda publicada en Mennta que asegura que en una cueva de las inmediaciones, a principios del siglo XII, unos normandos quemaron a los habitantes árabes de Formentera para obtener sus tesoros.

En la Mola existió durante siglos una ermita de monjes agustinos, por lo que es Caló toma el nombre de Sant Agustí, un centro turístico que está al principio del ascenso a la montaña. Los religiosos llegaron a la isla poco después de la toma de posesión de Berenguer Renart, en 1.246, y construyeron un monasterio donde permanecieron hasta principios del siglo XV, cuando la isla se despobló.

En la actualidad se puede llegar a la Mola por el camino de sa pujada o Camí Vell que asciende con descarado empinamiento paralelo al farallón y que, si mantiene su primitivo empedrado, hoy es poco más que un camino de cabras. Se ha dicho que su enlosado era romano, pero lo cierto es que se empedró mucho después para evitar que las lluvias lo descarnaran y desbarataran. Este camino permite disfrutar de hermosas vistas de Formentera, aunque lo más cómodo es utilizar la carretera principal, aunque las vistas se sacrifican un poco.

Visitar La Mola es una inversión de placer, no sólo por lo anteriormente relatado, su belleza, su hermetismo y singularidad, sino porque se trata del mejor mirador sobre el resto de la isla. En las inmediaciones del faro existe el Molí Vell de la Mola, un molino harinero típico y que se encuentra en un notable estado de conservación, a pesar de que fue construído en 1.778. Además, en la mola hay una gran cantidad de viñedos de los que se embotella vino que se comercializa a otros lugares y que tiene un gran reconocimiento por su sabor afrutado.