Prologo de Vicente Marí
Hoy traemos un artículo publicado a finales de julio del pasado año en Diario de Ibiza, y que aporta una serie de datos vistos desde un prisma nuevo. Se trata de una entrevista a Díaz Cappa, fiscal de menores, un hombre con una dilatada experiencia en la fiscalía. Su lectura aporta una visión nueva a padres que viven una situación complicada o que ya vislumbran los primeros síntomas. Es de lectura indispensable. Por eso lo traemos a esta sección.
Por Mar Ferragut
Veinte años de carrera como fiscal. Veinte años trabajando con menores. Cuando se le pregunta si ha cambiado mucho la situación, levanta las cejas: «¡Madre mía!». Cuando José Díaz Cappa comenzó solo había asuntos de menores un día a la semana. Ahora «han aumentado los delitos de todo tipo, la cantidad, el tipo, la organización…». En Fiscalía de Menores no tienen mucho tiempo para el descanso, pero aun así Díaz Cappa también es el delegado de delitos informáticos y además se las apaña para dejar sus opiniones y fomentar el debate desde su blog.
— ¿Por qué los menores agreden ahora a sus padres?
— Hay varios componentes de esa agresividad. Primero, las cuestiones temporales, como no aceptar las normas de la casa. Después está el consumo de drogas, cuando usan la violencia para conseguir dinero para poder comprarla. Luego también hay casos de posibles alteraciones psíquicas, cuando la evolución madurativa de los chicos deja mucho que desear. Ante el aumento de estos casos, en 2006 se modificó la Ley 5/2000 de Responsabilidad Penal del Menor porque el legislador vio que era necesario introducir nuevas medidas. Así en 2007 entraron en vigor dos de ellas: la posibilidad de la no aproximación o no comunicación de los padres con los hijos en estos casos y la posibilidad de sacar a los menores de casa y que se ocupen los servicios de protección de menores de ellos.
— ¿Cree que hay muchos más casos que no se denuncian por vergüenza o sentimientos de culpabilidad de los padres?
— Ocurre lo mismo que con los mayores o con la violencia de género. Se denuncian menos de los que existen. Lo que ocurre en el ámbito familiar siempre queda más oculto. Cuando denuncian, los padres, aunque sientan que están haciendo lo correcto, piensan que quizás hubieran podido esperar. No están arrepentidos, pero sí están tristes.
— ¿Hablamos de agresiones puntuales o son maltratos continuados?
— La mayoría de los casos son sistemáticos. Hay episodios transitorios y que se centran en una persona de la familia en concreto, pero la mayoría de las veces son de forma continua e indiscriminada, y agreden a cualquier persona que se oponga a sus pretensiones.
— ¿Pueden recuperarse estos chicos?
— Con esto pasa como con la cárcel de mayores. No está asegurado que se resuelva, pero sí hay menores que se recuperan y cambian su actitud frente a la vida. Los menores además tienen mucho tiempo por delante. El porcentaje de menores que acaban siendo delincuentes es elevado, es inevitable. Pero las medidas de reinserción son efectivas. Muchos adquieren pautas necesarias para vivir de otra manera.
— ¿Qué está pasando con nuestros menores?
— Lo que ocurre en la sociedad de mayores es lo mismo que en la de menores, se transmite. Hay varios factores. Primero, la falta de respeto: los chicos no consideran un referente a su profesor ni a sus padres… Después está el tema del fracaso escolar, se da en el 90% de los casos y en cualquier tipo de delito. No tienen la base de respeto mínimo, no la han adquirido. Por otro lado, tienen falta de capacidad para asimilar toda la información que tienen ahora y en vez de canalizarla para proyectarla a un fin sensato, la usan mal. Por último, también está el mundo de la droga, aunque sea a pequeña escala.
— Balears es líder en fracaso escolar, ¿tenemos por ello más menores delincuentes?
— Bingo. En el ámbito delictivo, en general, Balears ocupa el quinto o sexto lugar del país, por detrás de comunidades con mucha más población como Madrid o Catalunya. Y lo mismo ocurre a nivel de menores, ocupamos el mismo puesto. Lo que hay que solucionar ya, lo primero, es el fracaso escolar, es fundamental. En la escuela te hacen más sensato, te dan habilidades sociales y te dan pautas para resolver conflictos sin usar la agresión. Usan la violencia porque se plantean: «¿cuál es el camino más rápido para resolver mi problema?». Primero recurren a la agresividad oral y luego a la física. La segunda vez, irán directamente a la física. Algo que ha aumentado también son las agresiones en grupo, sobre todo con la creación de bandas, problema que estamos tratando de resolver. Están más organizados. Con la Ley 8/2006 se incluyó más penalidad para la violencia de grupos. Las bandas han aumentado también porque ha aumentado la inmigración, porque están formadas por personas de origen sudamericano. Eso es un ejemplo de algo mal canalizado: Es lógico que las personas del mismo país se reúnan, pero mal enfocado, en lugar de hacerlo para un bien acaba en una organización de carácter delictivo.
— Cada vez que un menor realiza algún delito muy grave, sale el debate: ¿Hay que cambiar la Ley del Menor?
— Todas las modificaciones nacen de una necesidad de aumentar la popularidad y de la necesidad política de turno. Ahora no tiene que ser modificada. Dicen de poner las penas más graves, pero esto no es la solución. Las reformas han de ser más reflexivas y más consensuadas políticamente.
— ¿Ha aumentado la agresividad también dentro de las escuelas e institutos?
— Son casos aislados. Tienen mucha proyección, pero en realidad aquí tenemos pocos casos de verdadero bullying. Más que más agresiones, ahora hay un mayor potencial de agresividad.
— ¿Hay que darle al profesor categoría de autoridad pública?
— Eso no resuelve nada. Si se equipara al profesor con un funcionario público y algún menor le agrede, lo que pasaría es que no sería una falta por agresión sino un delito de atentado. Pero el principio de autoridad de un profesor no se consigue tipificando de forma más grave los delitos hacia él. El respeto se gana de distinta manera según las pautas que se considere para cada menor. Dándole al profesor la categoría de autoridad pública, el menor verá que si hace algo al profesor será severamente castigado, pero, ¿le frenará eso?, ¿lo pensará antes de agredir? No soluciona nada y con menores menos.
Cortesía de Diario de Ibiza
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