“Cuando deseas algo, todo el universo conspira para que lo consigas”.
Por Erika Schumann
El cerebro humano es asombroso en multitud de aspectos: Puede controlar y regular nuestras funciones físicas, procesar toda la información que le suministra nuestro entorno y obtener conclusiones en apenas décimas de segundo, y además, está en funcionamiento constantemente, incluso cuando dormimos. Sin embargo, es un gran desconocido, ya que aún esta rodeado de grandes incognitas sobre su funcionamiento y potencial. El cerebro es tan poderoso y misterioso que increiblemente, es capaz de guardar registros (recuerdos) de nuestras vidas anteriores de forma que nosotros no somos conscientes de ellos y que en ocasiones accedemos a ellos a través de los sueños y/o de procesos guiados como la hipnosis. Pero más allá de eso, la verdadera dimensión del cerebro está en su poder creador, ya que puede crear -y también destruir- la realidad en la que vivimos. Pero no confundamos los conceptos: Alma y cerebro son dos cosas distintas, pero a la vez complementarias. Nuestros pensamientos vienen definidos por nuestra alma, por nuestra forma de ser y sentir.
Cuando algunas personas me dicen que están estresadas, saturadas o simplemente cansadas, muchas de esas personas son conscientes que el motivo de sus males no es físico sino que es psíquico, mental. En la actualidad, las depresiones, la ansiedad e incluso el estrés son motivo de baja laboral y conllevan una pérdida en la calidad de vida en las personas que lo sufren. El cerebro, que regula y controla la relación de nuestro cuerpo con el entorno que nos rodea es el principal causante (y afectado) de esta situación. Cuando esto sucede podría decirse que ha sufrido una avería, una sobrecarga. No obstante, el cuerpo humano es sabio, y dentro de ese todo indivisible que es el organismo, el cerebro, en la gran mayoría de los casos, previamente emite señales de alarma antes de que la situación llegue a un punto de no retorno, y en el que el daño llega a un nivel superior. Esas señales de alarma se manifiestan a través del cuerpo físico: dolor de cabeza, pérdida de la voz, enfermedad, paranoia, estado de ausencia, baja energía física… Todas esas señales nos indican algo. El comentario “mi cabeza ya no es la de antes” lo hemos oído todos con cierta frecuencia. Esa es una señal. No obstante, en el problema también se halla la solución.
El cerebro es un mecanismo prodigioso. Es el centro del sistema nervioso, por lo que controla y regula absolutamente todo lo que sucede en el cuerpo. Desde la respiración hasta el sueño, pasando por los estados de hambre, fatiga, miedo o euforia. El cerebro recibe continuamente información sensorial, rápidamente analiza estos datos y luego reacciona, controlando las acciones y funciones corporales. El tronco encefálico controla la respiración, el ritmo cardíaco, y otros procesos autónomos. El neocórtex es el centro del pensamiento de orden superior, del aprendizaje y de la memoria y el cerebelo es responsable del equilibrio corporal, coordinando las posturas y el movimiento.
La importancia del cerebro va mucho más allá que el simple control físico. El cerebro está adquiriendo y procesando información sobre lo que tiene alrededor en todo momento, incluso cuando no somos conscientes de ello. Obtiene información sobre lo que ve, lo que escucha, lo que siente e incluso sobre lo que percibe, estableciendo conexiones y analogías que dan lugar a respuestas emocionales. Por ejemplo, si entramos en un lugar que huele a pino, podemos recordar los buenos momentos vividos en aquella casa en el bosque, rodeada de pinos, y como consecuencia, podemos sentirnos bien. Es una respuesta automática como cuando de repente, sentimos el calor de una llama sobre nuestra mano. El cerebro, automáticamente, procesa la información y la mano, ella sola, se aparta del fuego sin que nosotros seamos plenamente conscientes de lo que acaba de suceder. Y todo eso en menos de un cuarto de segundo.
El cerebro registra todo lo que ve, escucha y siente. Esa información, contrariamente a lo que se cree, no se pierde sino que se va guardando en distintos lugares del cerebro, dependiendo de la importancia que tienen. En un momento dado, podemos ver el coche de una persona, saber el modelo y la marca, pero no recordar el color. La imagen del coche y el color estan guardados en el cerebro, pero en distintas carpetas. Para acceder al color, como es algo en apariencia, inútil, hay que acceder a otra sección del cerebro. Esa información se ha guardado ahí, aparentemente en un rincón –donde se guarda la información aparentemente inútil-, a la espera de que en otro momento, necesite ser recuperada porque ha adquirido un valor más destacado. Por este motivo, en ocasiones suelo decir “sabes cosas que ni te imaginas que sabes”.
Franz Grillparzer dijo “La mente es lo que hace al hombre libre o esclavo”. Lo que este dramaturgo de origen austríaco vino a decir es que a pesar de las circunstancias que nos haya tocado vivir, somos nosotros los que tenemos el poder de vivir una vida feliz. Porque si la depresión, la ansiedad, el estrés y el agobio se generan en el cerebro, los estados de felicidad, euforia y la convicción de querer y poder también se generan ahí. Sólo hay que activarlos.
Hace más de una década, a finales de los noventa, hice una demostración del poder de la mente y lo fácil que es programar la mente para conseguir objetivos de forma inconsciente. Le pedí a un grupo de alumnos que esa noche, antes de ír a dormir, miraran fijamente el reloj y pensaran por espacio de unos treinta segundos en la hora en la que querían despertarse. Al día siguiente, todos los que hicieron la prueba dijeron que se habían despertado a la hora que habían pensado. ¿Cómo es esto posible?
Suelo explicar que el cerebro de una persona es como un ordenador. Su funcionamiento es parecido: Si tiene muchos programas -léase asuntos, problemas, inquietudes- abiertos, funciona más lento, no tiene tanta capacidad de memoria y es fácil que se bloquee, por lo que se aconseja que, cada cierto tiempo, se le haga un volcado o una descarga, una especie de reset -borrado-. Cuando hablo de descargar o volcar, me refiero a vaciar la mente de ciertos temas. Nuestro cerebro siempre esta en funcionamiento. Siempre está haciendo algo, y muchas veces nosotros no somos conscientes de esto. Preocupaciones diversas de la vida cotidiana, las cosas que hay que hacer, una decisión inminente o simplemente conducir o soñar son programas o rutinas que el cerebro ejecuta de forma automática, de forma inconsciente y que dependen de la forma en la que hemos aprendido a vivir. De hecho, es frecuente que cuando nos acostamos con un problema que nos da vueltas en la cabeza, amanezcamos al día siguiente con la solución al mismo. Esto es posible porque cuando dormimos, la mente, con muchos programas cerrados o en stand by, ha utilizado una parte de esos recursos para encontrar la solución. El cerebro ha puesto en marcha recursos que ni sabemos que existen, utilizando memorias y registros que ha ido adquiriendo en esta vida y, si cree en ello, en otras anteriores (De ahí que se hable de déjà Vu, una sensación de ya vivido). Y mientras tanto, nosotros estábamos descansando, ajenos a todo el proceso que tenía lugar. Como cuando nos cuentan un chiste que en aquel momento no comprendemos, y al cabo de un rato, en otro escenario ajeno al anterior, nuestro cerebro halla la conexión, comprendemos la gracia y nos da un ataque de risa.
¿Cómo podemos hacer este volcado, esta descarga para vaciar nuestra mente de problemas y asuntos? De forma sencilla, hay dos formas de hacerlo: la que recomiendo consiste en escribir lo que se nos pase por la cabeza, sobre nuestra vida y los problemas que tenemos en ella. De esta forma, el inconsciente irá revelando nuestros problemas y de la misma forma, los atacará y los vencerá. El inconsciente ocupa un espacio muy superior a nuestra parte consciente, de forma que allí se almacenan muchos de los temas que consideramos incómodos o espinosos y a los que tememos hacer frente. Escribir libera la mente y es capaz de plasmar en el papel no sólo el problema, sino también la solución. Una vez que la parte consciente entiende el foco del problema, es capaz de hallar la solución, y una vez que la obtiene, el problema se cierra, enterrando así un programa o rutina que estaba allí, pero que no era útil. Hay gente que por lo que sea, no le apetece escribir o no sabe, por lo que el sistema anterior ya no es válido. Para estas personas, hay otro sistema que consiste en ponerse delante de un espejo y hablar. Como si estuviéramos con un amigo de confianza. Hablar también libera la tensión, y aunque el proceso de la escritura es más revelador, ya que todo queda registrado y puede consultarse, con la conversación, esto ya no es posible a no ser que se utilice algún sistema de grabación. No obstante, ambos son sistemas que funcionan. De hecho, aconsejo a las personas que escriban un diario o algo similar durante no menos de media hora al día, o en su defecto, que conversen con otras personas para así descargar las rutinas diarias que se van generando.
En ocasiones, cuando nos sentimos saturamos, cuando la vida parece que nos supera, es el momento de hacer un volcado, una descarga, cerrar programas o rutinas que permanecen abiertas y que son los responsables de nuestro estado de ánimo. Cuando hablo de volcar o descargar, en otras palabras, es cerrar algunos de los programas, rutinas o asuntos que mantienen nuestro cerebro ocupado.
El cerebro es un órgano que hay que ejercitar y mantener ocupado. Al igual que nuestro cuerpo necesita moverse y hacer deporte para mantenerse en forma, el cerebro necesita entrenarse, hacer deporte y ejercitarse para mantenerse en forma. Esto ayuda a que el cerebro trabaje mejor, con más facilidad, mayor eficiencia y efectividad y por consiguiente, con más utilidad. Un cerebro sano ayuda a que el cuerpo se mantenga igualmente sano.
Sin embargo, como he dicho antes, la verdadera dimensión del cerebro está en su poder creador. El cerebro puede crear la realidad en la que vivimos. Seleccioné un artículo en el que se hablaba del poder realizador de la mente (Ver artículo). La prueba está en que es capaz de destruir, de crear enfermedades y miedos, de paralizarnos… Y al igual que sucede con las dos caras de la misma moneda -al igual que el amor y el odio-, si es capaz de crear, también es capaz de destruír -la creación y la destrucción forman parte del mismo proceso-. Pero para ello hay que adquirir una serie de hábitos y rutinas que ayuden y motiven al cerebro en el proceso creador. En este proceso, nuestra mente y nuestras acciones invitan a los demás a cambiar, a crear, formándose una cadena.
A principios de los ochenta leí un libro que hablaba sobre las capacidades ocultas del cerebro. El autor ya comparaba el cerebro humano con el de un ordenador y hablaba sobre la programación cerebral con el objetivo de satisfacer determinados objetivos o necesidades. En la actualidad, todos hemos oído hablar de la PNL (Programación Neuro-Linguística) y a nadie le suena extraño. Más revelador en este sentido es un libro en que Carl Gustav Jung hablaba sobre el Insconsciente Colectivo. En ese libro se decía que todo lo que nos sucede son cosas que nosotros, de forma inconsciente, hemos imaginado antes. Todo lo que nos sucede es producto de un pensamiento. Es decir, la mayoría de nosotros, inconscientemente, programamos nuestro cerebro sin control alguno, creando una realidad que es puro azar o peor aún, dejando que sean nuestros miedos los que dominen nuestro pensamiento y creen la realidad. De hecho, cuando nos estamos compadeciendo constantemente de nuestra desgraciada suerte, lo único que estamos haciendo es alargar la situación. Aquella revelación se completó con otra: Unos años después, un deportista profesional, que estaba siendo entrevistado en la televisión, reveló que una de sus mayores victorias la había obtenido gracias a que había visualizado e imaginado cómo ganaba a su adversario durante varios días antes del enfrentamiento, programando de esta forma su cerebro para crear su propio destino, su futuro. Los pensamientos surgen en nuestra mente en forma de impulsos, y cuando estos se controlan y dirigen provocan una expresión creadora muy satisfactoria.
Este poder está consciente en el cerebro y desde allí puede controlarse, aunque no reside ahí. Como he dicho antes, el cerebro controla y regula las funciones del cuerpo, por lo que este poder creador no está ubicado solo en el cerebro, sino que abarca todo el cuerpo, incluyendo todas las células que forman nuestro ser y todo lo que nos rodea. De hecho, la piel que nos rodea y la ropa que nos cubre están hechas de lo mismo. Sin embargo, es el cerebro el instrumento que lo hace posible.
La cita que inicia este artículo es reveladora en este aspecto: Cuando deseamos algo, el universo conspira para que lo consigas. Los pensamientos de las personas en forma de impulsos afectan no sólo a otras personas, sino también a nuestro entorno. Como conclusión, viene a decir que toda la materia que nos rodea es consciente y de alguna forma, inteligente y que puede ser controlada y manipulada de forma que nos ayude a crear la realidad que vivimos. Esto abre una ventana de infinitas posibilidades.
Si nuestra mente es capaz de crear un futuro mejor, de hacernos mejores, de ayudarnos a conseguir metas… ¿por qué no utilizamos este poder? La razón principal que extraigo no es por desconocimiento, sino por pereza. No somos lo suficientemente fuertes o disciplinados para dedicar un tiempo diario para cerrar los ojos y crear la realidad que nos gustaría vivir. Basta con cinco o diez minutos al día. Cerrar los ojos, respirar serenamente mientras controlamos y creamos nuestro futuro. No es difícil, pero no espere resultados inmediatos. Incluso es posible que no los vea de forma consciente hasta después de cierto tiempo. Se necesita tiempo para que el universo alinee todas las piezas necesarias para que su pensamiento creador forme una realidad. Son necesarios tres requisitos: paciencia, constancia y bondad. Una de las leyes del universo reza que todo lo que provoques, te será provocado. Jesucristo ya dijo que “el que a espada hiere, a espada muere”.
Recuerdo el caso de Cristina, una mujer que coleccionaba fracasos amorosos. Las primeras semanas hablamos mucho, sobre lo que esperaba de los hombres, lo que veía en ellos, lo que la enamoraba, lo que provocaba la ruptura, los miedos a confiar en la persona equivocada… todo ello fluyó de manera natural. Llegó un día en que su cerebro estuvo preparado y la invité a iniciar el proceso creador. Al principio no creyó demasiado, pero apelé a su sentido práctico y le dije que no se perdía nada por probar. Durante varias semanas, Cristina dedicó unos minutos al día, cuando se acostaba, a cerrar los ojos e imaginar como quería que fuera su futuro. De repente, al cabo de unos días, conoció a un hombre honesto que encajaba en el perfíl que ella había imaginado… salvo que no se dio cuenta hasta pasado un tiempo. Se enamoró y todo funcionó perfectamente. Hoy está casada y es madre de dos niños. Cada día sigue ejercitando su ritual creador. Ahora ya no lo hace al acostarse, sino al levantarse. No le lleva más de diez minutos al día.
Le invito a que haga la prueba. No tenga miedo. Cierre los ojos. Relájese. Respire hondo durante un minuto, llene sus pulmones de aire y deje su mente vagar. El ojo de su cerebro verá el futuro que usted mismo irá creando. Insisto: no espere resultados inmediatos. Se necesita tiempo para crear algo. Dos semanas no es mucho tiempo. Dos meses, tampoco. Convierta eso en una rutina y espere. Verá como todo acabará encajando maravillosamente. Como ya dije en otra ocasión, recuerde esto: «la mejor forma de predecir el futuro es crearlo«.
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