Por Iván J. Muñoz
Música techno, glamour, playas, fiestas y discotecas. Mencionar el nombre de Ibiza provoca en no pocas ocasiones la activación de una batería de tópicos que han pasado a formar parte del imaginario popular. Algo innegable, disponible como oferta y no alejado de la realidad, pero a lo que es ajena mucha gente que encuentran en la mayor de las Pitiusas un paraíso logrado gracias a la calma, rincones paradisíacos, vida sosegada y locales especiales. Proponemos 10 posibles planes alternativos, no por ello únicos, para conocer a fondo la isla blanca y lugares frecuentados por sus gentes que quedan fuera de «flyers» y carteles anunciadores.
1. La Plaza del Parque. Situada en el centro de la ciudad de Ibiza (Vila para los nativos), entre la gran arteria a escala que es Vara de Rey y las murallas de la ciudad, se encuentra este reducto que combina lo mejor de la vida tradicional ibicenca con la modernidad. Una plazoleta peatonal rodeada de bares donde es posible empezar desayunando bien temprano tostadas de pan payés acompañadas de la prensa local y terminar bebiendo un buen gintonic o mojito de madrugada viendo pasar la más ecléctica combinación de personajes: ibicencos de todo el año, neohippies, artistas callejeros, bohemios lectores y turistas preparados para la fiesta (o de vuelta de ella). Recomendaciones: desayuno ecológico en el Out of Time, empanadas argentinas a mediodía en el Sunset Bar y copas en el Aramon.
2. Punta Galera. Hará falta coche y preguntar un par de veces para no confundir el camino correcto entre los que configuran la urbanización (donde tiene casa algún famoso que incluso llega a la categoría de noble), pero la molestia merecerá la pena. Una cala mágica, formada por balcones naturales labrados por la sedimentación sobre un mar que recoge el dorado del sol reflejado en las paredes de roca mientras se esconde bajo la línea peninsular, que se adivina a lo lejos. Imprescindibles las gafas para poder abrir los ojos en el agua y explorar recovecos a nado.
3. Santa Gertrudis. Un pequeño pueblo presidido por una blanca iglesia en el interior de la isla. La estampa es pintoresca y agradable, pero más lo es aún la oferta gastronómica que brinda su calle principal (casi la única). Mesas de madera sobre las que se sirven tapas, montaditos y bocadillos de insuperable pan payés con quesos o embutidos autóctonos mientras se escucha música de los setenta y se observan los cuadros pintados en la época por hippies que pasaron por la isla. Can Costa es el más famoso, pero merece la pena cualquiera de los cercanos. Hay alternativas similares a este plan: Santa Agnés y las tortillas de Can Cosmi.
4. Puesta de sol en Cala Comte. La bahía de San Antoni de Portmany ha hecho una industria del arte de acompañar las puestas de sol, pero hay vida más allá del Café del Mar o el Khumarax. Los hay que se suben 8 horas a un avión para disfrutar de playas blancas y agua cristalina sin saber que hay un paraíso como este a menos de una hora de Madrid. El Sunset Ashram, chiringuito situado en estratégica posición sobre las piscinas naturales que forman las Platges del Comte se encarga de amenizar con sus dj’s y cócteles la caída del astro rey. Podrás incluso quedarte a cenar.
5. Can Curreu. No conoces del todo Ibiza si no te has adentrado en sus frondosos bosques mediterráneos repletos de pinos y hierbas que exhalan con la humedad de la noche sus aromas a la atmósfera. Colinas rodeadas de vegetación desde las que se ve a lo lejos el mar o los confines de la isla. Entre ellas, agroturismos a base de casitas estilo balear donde está prohibido entrar si no dejas el estrés colgado en el perchero de la puerta (si no, ellos se encargarán en minutos que lo hagas).
6. Arroz o «bullit de peix» en Cala d’Hort. Una playa dominada por Es Vedrá, ese islote y sus hermanos que son Parque Natural y que tantas postales y leyendas alimentan. Fuente de energía o no, la atracción que ejerce ante el visitante es innegable, sobre todo disfrutado desde el restaurante Es Boldadó. Con sus platos tradicionales de la cocina ibicenca, vino y amigos se convierte en magia pura.
7. Es Pratet. El puerto de Ibiza y La Marina son el lugar vistoso, ajetreado y bullicioso donde ver y ser visto mientras esquivas a relaciones públicas de locales y tropezones con semejantes. Es justo a las espaldas de la global hamburguesería de carteles rojos y letra amarilla presente en todo el universo donde se encuentra un barrio de todo el año y que escapa del tránsito de los turistas. Restaurantes y bares de copas con personalidad, trato amable, clientela nacional y precios razonable. Como La Manducay sus ‘pizzanesas’, la exótica combinación de cocina vasca y oriental de Isla, los pinchos y tapas del Bide Bide o las copas a tarifa de mortal en Embassy, Otro Bar o El Desván.
8. Romagna Mia. Deslucida por desordenadas y poco estéticas construcciones producto del boom inmobiliario de décadas anteriores, la playa de Figueretes ocupa sin embargo un privilegiado lugar de la isla. Vistas a Formentera, todo el largo de playa d’en Bossa y un limpio agua clara con reflejos celestes que embaucarán a quien se tome la molestia de subir por caminos y rocas hasta las murallas de Dalt Vila. Basta, si no, con sentarse a disfrutar de una de las terrazas mejor posicionadas (y más desconocidas) de la isla: la de un tradicional restaurante italiano en el que no te puedes perder bajo ningún concepto, los ‘tagliatelli ai funghi porcini’ (pasta con setas).
9. Dalt Vila y La Bodega. Al mercado de Ibiza llegaban antaño mercancías desde las huertas, campos y playas de toda la isla. En el lateral de la cuesta que da acceso al interior de las murallas a través del Portal de Ses Taulesse encontraban algunos de los almacenes, como el que ahora ocupa La Bodega: techos altos, interior encalado, muros gruesos para mantener la temperatura estable y un ambiente a la par de su carta: tapas y pequeños platos para compartir que combinan la cocina argentina y española con calidad. Buena barra surtida y decoración para tomar también una copa en el local contiguo que ha servido como ampliación.
10. Excursión a Formentera. Apenas treinta minutos en cualquiera de los barcos que salen con frecuencia desde el puerto de Ibiza son necesarios para disfrutar de un día en la Pitiusa menor. Es conveniente alquilar una moto para recorrer sin prisas pero en un día sus 19 kilómetros; en ellos son incontables las playas, calas y recodos donde quedarse embelesado gozando de su agua, arena, reflejos del cielo y casetas de pescadores. Querrás quedarte más, pero es una buena opción de conocerla. ¿Comer? Nunca lo podrás olvidar si te decides por una fideuá en Can Rafalet (Caló de San Agustí, antes de iniciar la subida a La Mola) mientras dejas volar tu vista y tu mente desde la terraza.
Cortesía del diario ABC
Más información en www.abc.es
Por @vicent_mari Continuando con lo que relatábamos la pasada semana, en esta serie de artículos vamos a ir desgranando los secretos de las Leer más »
Por @vicent_mari No es necesario explicar que Ibiza es una isla, un paraíso flotante en el Mediterráneo junto a su hermana menor, Formentera. Su fama llega a todos los Leer más »
Por @vicent_mari De entre las islas del Mediterráneo, me atrevería a decir que, pese a su reducido tamaño, Ibiza y Formentera son el Leer más »
Por @Vicentmari Luis Miguel Hermoza y Reinhard Huaman Mori han sido los impulsores de una nueva revista de arte y literatura que ya puede encontrarse en Leer más »
Por @Vicent_Mari Formentera Fotográfica, el encuentro organizado por el Consell de la citada isla ya tiene fecha para la edición de este año 2021 y tendrá lugar del 8 Leer más »
Deja un comentario