Por Vicente Valero
Juliette está fotografiando el mar en una playa de Ibiza, sentada sobre la arena. La observan con extrañeza dos pescadores que, en aquel momento, pasan por detrás de ella. Año 1933. Quien toma esta fotografía es el marido de Juliette: el fotógrafo francés Jean Moral. Los antiguos veranos ibicencos han estado siempre llenos de escenas como la que representa esta imagen. Pero de esta imagen en concreto hay que decir al menos dos cosas. La primera: que su autor era ya por entonces un célebre fotógrafo cuyo trabajo le permitía vivir y viajar holgadamente. De hecho, en aquel verano de 1933 recorría España realizando un amplio reportaje. La segunda: que las fotografías más conocidas que tomó en nuestra isla se parecen muy poco a las que otros fotógrafos tomaron por aquellos mismos días.
Sí, porque la iconografía de los años treinta en Ibiza no suele desviarse mucho de la representación de mujeres payesas –con su indumentaria típica–, arquitectura rural y callejuelas de Dalt Vila o de sa Penya. Por esta razón, estas fotografías distintas de Jean Moral poseen también un valor especial.
La sombra del fotógrafo
A propósito de la segunda imagen, en la que Jean Moral fotografía su propia sombra en el puerto y en la que, además, aparecen, en primer lugar, una silla solitaria –como llegada de un sueño surrealista– y, un poco más allá, una pequeña barca de pescadores, hay que decir algo más: que se trata de una de las pocas muestras de fotografía de vanguardia realizada en Ibiza por aquellos años.
Como es sabido, no fueron pocos los fotógrafos vanguardistas que visitaron la isla en los primeros años treinta, pero casi todos ellos, cautivados por el mundo rural arcaico que acababan de descubrir, abandonaron sus experimentos para dedicarse a representar de un modo más o menos tradicional aquella extraña isla que parecía salida de un relato perdido de la Edad Media. Aquellos fotógrafos –a menudo también los pintores– se convertían en entusiastas etnólogos en cuanto ponían los pies en el puerto y sus imágenes se transformaban en originales documentos históricos.
Las amadas playas
Pero Jean Moral no se dejaba asombrar por casi nada y mucho menos por el mundo antiguo. Lo primero que hizo al llegar a Ibiza fue fotografiar el barco que había traído a la pareja desde Barcelona, tal vez el ‘Ciudad de Mahón’ o el ‘Ciudad de Valencia’. Y después las playas, las amadas playas, las solitarias playas, las maravillosas playas, en las que Juliette se bañaba, tomaba el sol, corría o tomaba ella misma fotografías con su moderna Leica.
Precisamente, muchas de las imágenes que habían hecho célebre a Jean Moral a finales de los años veinte, que lo habían convertido en un fotógrafo aclamado por la crítica y solicitado por las mejores revistas de moda y de arte, mostraban a Juliette en las playas francesas, es decir, mostraban la juventud, el cuerpo gozoso iluminado por el sol y bañado por la espuma, se diría que en consonancia con las técnicas también jóvenes y, por tanto, experimentalistas, que él mismo empleaba: desmesurados primeros planos, perspectivas basculantes, etcétera.
En fin, Jean Moral y Juliette en Ibiza en 1933: la joie de vivre!
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