Por @vicent_marí
Esta sección comienza presentando una leyenda que tiene su origen en Santa Eularia. En la cumbre de una de sus montañas próximas se levanta una pequeña capilla que tiene su origen en una historia que cada año se rememora cada principio de mayo con una romería que asciende hasta la cumbre y allí disfrutan de una merienda y de las impresionantes vistas que se disfrutan desde aquellas alturas.
La leyenda cuenta que la población de Santa Eularia vivía en una época de miedo e intranquilidad porque había un misterioso personaje que se dedicaba a hacer maldades y que enfrentaba a los vecinos. Un día, Pep d´en Ribes, un leñador huraño y antisocial que cortaba troncos en el Puig d´en Ribes, vio aparecer un hombre extraño y sucio que le preguntó si necesitaba ayuda y que más tarde se puso a cortar árboles a una velocidad frenética. Pep d´en Ribes ya recelaba de ese individuo y su desconfianza aumentó cuando, a la hora de almorzar, vio cómo sacaba un cuenco lleno de lombrices, uñas, lagartijas, insectos y demás inmundicias que se llevaba a la boca. Cuando llegó el momento de volver al trabajo, Pep vio de refilón cómo bajo las ropas del extraño salía una cola larga y afilada. No había duda: era el mismísimo demonio.
Como era tradicional, el leñador llevaba consigo un rosario, así que decidió enfrentarse al Maligno, que ante la visión del sagrado símbolo emprendió una veloz huida hacia la cima del monte. Allí, desapareció para siempre dejando un suave vapor y un desagradable olor a azufre. Desde ese momento, la paz regresó a la población de Santa Eulària. Para celebrar el feliz desenlace, se levantó una capilla –sa Creu d´en Ribes– en el lugar exacto donde, según la tradición, el diablo dejó su última huella en el camino de su huida.
Varias decenas de vecinos de Santa Eulària, entre los que se encontraban adultos y también niños, así como numerosos residentes extranjeros, ascienden al menos una vez al año la ladera sur del Puig d´en Ribes, avanzando entre pinos y lentiscos, en lo que se conoce como la romería popular a la ermita del Puig d´en Ribes, siguiendo un ritual transmitido de generación en generación como prueba de fidelidad a una costumbre que se mantiene inalterable.
Llegados a la cima, desde donde se domina una impresionante vista de Santa Eulària y sus inmediaciones desde una perspectiva desconocida para la mayor parte de la población, los excursionistas contemplaron la modesta ermita, de muros encalados y repleta de flores y otras ofrendas. Otra tradición cuenta que es preciso dar siete vueltas a esta pequeña construcción si se quieren conservar las amistades y los amores.
Esta creencia arranca de otra leyenda que cuenta que dos hermanos, enzarzados en una pelea, se iban persiguiendo a golpes por todas partes hasta que llegaron a sa Creu d´en Ribes. En su alocada carrera, empezaron a dar vueltas alrededor de la ermita yendo uno en pos del otro. Justo a la séptima, olvidaron sus desavenencias de forma repentina y se produjo la instantánea reconciliación. Por eso, muchos de los participantes en estas excursiones anuales mantienen la tradición de dar siete vueltas a la ermita antes de acceder a su interior.
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