Por @vicent_mari
Hace muchos cientos de años,el rio de Santa Eulària bajaba con un gran caudal de agua, por lo que fue necesario construír un puente para poder cruzarlo. Fueron muchos los intentos por construirlo, pero debido a la gran cantidad de agua que llevaba el río, los constructores no eran capaces de terminarlo.
Una noche de tormenta, el alcalde del pueblo estaba en su casa junto al fuego, calentándose y pensando cómo se podría realizar el puente cuando de repente, alguien tocó la puerta con fuerza y de forma muy insistente. Cuando abrió la puerta, el alcalde se encontró con un desconocido que buscaba refugio de la tormenta, al que invitó a pasar. Ambos se sentaron junto al fuego y el alcalde observó que el desconocido se había sentado muy cerca y no se quemaba. El alcalde, buscando iniciar una conversación, preguntó al desconocido qué le había traído por aquella zona.
– Sé que estais buscando a alguien que os haga el puente para cruzar el río –contestó el desconocido-. Si llegamos a un acuerdo, yo lo haré antes de mañana. Pero hay una condición.
– ¿Cuál es esa condición que pedís?
– Antes de salir el sol, el puente estará construido y se podrá cruzar –contestó el desconocido-. Ahora bien, tendréis que entregarme el alma del primero que pase por él.
El alcalde, conocedor de la dificultad de la empresa, dudó unos momentos y acabó por acceder.
Al día siguiente, a las seis en punto de la mañana, el alcalde fue al Puig de Missa, la cima desde la que se puede ver toda la zona a la redonda, y muy especialmente, el río. A través de la tímida oscuridad que se disolvía lentamente ante la llegada del día, divisó que efectivamente, tal como había dicho el desconocido, el puente ya estaba construido y en un lado, el desconocido esperaba.
El alcalde, algunos vecinos y el cura del pueblo, que llevaba agua bendita para bendecir el puente, caminaron hacia el puente. Al llegar hasta el desconocido, el alcalde se acercó hasta el desconocido.
– Como veo que has cumplido tu palabra, ahora me toca a mí cumplir la mía -dijo.
De un saco que llevaba extrajo un gato. Al dejarlo en el suelo, el gato salió corriendo cruzando rápidamente el puente. Cuando el desconocido vió lo que había sucedido, se enfadó tanto que quiso tirar el puente, pero sólo le dio tiempo a tirar unas pocas piedras porque el cura actuó rápidamente y bendijo el puente y se puso a rezar, lo que hizo que el desconocido se marchara rápidamente de allí.
Ese desconocido muchos aseguran que era el diablo.
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