Por S. Yturriaga
La temporada de recogida de la almendra y la algarroba ya no moviliza a los ibicencos. Pero no hace tantos años, la venta de estos frutos podía suponer para una familia el mayor ingreso de año, lo que se conocía como sa contribució, un dinero muy esperado que se destinaba a adquirir aquellos productos que el campo no les ofrecía. Juan José Torres, de Can Frare, empresa intermediaria dedicada a la comercialización de almendra y algarroba, recuerda como sus abuelos se lanzaron, hace 40 años, a la aventura de comprar y vender algarroba y almendra, negocio que complementaban con una tienda de comestibles y una barbería. «En 35 metros cuadrados lo tenían todo, y era una vida muy dura, con años en que se quedaban con el almacén llenos de almendra y sin poder vender ni un kilo, tener que suplicar a los clientes para que compraran y, con un poco de suerte tener la ‘oportunidad’ de venderla a un 50% del precio de compra», relata. Esta misma situación, asegura, la vivieron sus abuelos, pero también su padre.
Hoy en día, el panorama es muy distinto. Si entonces solo en Sant Agustí había seis negocios, ahora un puñado de empresas luchan por mantenerse y quienes en Eivissa se animan a recoger la almendra o la algarroba son en su mayoría jubilados a quienes se suman también ahora personas sin trabajo y con tiempo para dedicar a una actividad que saben que les va a reportar escasos beneficios. En la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni ya han contabilizado 273 proovedores de algarroba. «Son 69 más que el año pasado, lo que es bastante significativo y también hemos notado a la gente más contenta porque este año se paga a 27 céntimos el kilo frente a los 17 céntimos del año pasado», apunta el gerente Juan Antonio Prats .
La almendra ibicenca, cuya variedad tradicional (fita, mollar o pau) destaca por su dulzura, es un producto que gusta fuera de la isla, pero un modelo de producción anclado en el pasado ha acabado por convertirlo en un cultivo semiabandonado. Algo similar ocurre con la algarroba, cuya recogida está en marcha hasta mediados de diciembre. Después del verano llega la hora de limpiar los campos. Es el momento en que Mariano Ferrer Marí, de Can Frases, se prepararía para recoger la almendra, pero esta es una cita cancelada desde hace varios años. «Hemos dejado de recogerla porque no merece la pena, la última vez que lo hicimos se pagaba a 50 céntimos el kilo y ganabas 500 euros, una miseria», explica. Hubo tiempo mejores para él, aquellos en que con la recogida de la almendra y la algarroba se conseguía sacar cada temporada un millón de pesetas. En su finca del valle de Morna hay casi 400 almendros que, en su mayoría, se quedarán ahora sin recoger.
La compra de una máquina para el descascarillado de almendras ayudaría a impulsar la comercialización de la almendra de Eivissa, pero la realidad es que no hay dinero. En la Cooperativa de Sant Antoni confían en que llegue una ayuda europea que les permita adquirirla, mientras que Can Frare ni acarician ese sueño porque saben que el coste es inasumible.
Este año, las cifras indican que ha descendido la producción tanto de la almendra como de la algarroba. Unos datos que lamentan los profesionales del sector ya que precisamente ahora se está pagando un mejor precio y parece que más gente se anima a hacer este trabajo. En Can Frare contabilizan que la producción de algarroba ha caído más de un 50%, aunque la previsión es de que el año que viene sea, en cambio, superior a la media. «El margen de beneficio es muy escaso y por eso cada vez recoge menos gente», señala Juan José, quien junto a su padre mantiene a pesar de todo el negocio familiar vendiendo principalmente a la zona de Levante. «Con la almendra es incluso peor, compensa menos porque da más trabajo la recogida, ya que hay que quitar la cáscara y después ponerla a secar al sol para que no se pudra el grano», explica. A pesar de los obstáculos y de decisiones como la tomada por Mariano Ferrer, este año más gente se ha animado a recoger algarroba y almendra, posiblemente por la conjunción de dos factores: la subida del precio y una crisis que mantiene a muchas personas inactivas. «Es verdad, conozco casos de gente que ha cedido su terreno para que otras personas lo recojan y se lleven el beneficio», explica Juan Antonio Prats, gerente de la Cooperativa de Sant Antoni. Desde esta agrupación, constituida en 1951 y con 1.720 socios, comercializan cereal, almendra y algarroba. Tras su paso por una máquina que separa el garrofín de la pulpa y el troceado, la cooperativa vende la algarroba para sus diferentes usos: el garrofín se emplea como conservante y espesante de uso alimentario y se exporta en su totalidad, mientras que gran parte de la pulpa se vende para alimentar a los animales. En la cooperativa también venden, desde hace un par de años, harina de algarroba que les llega después de haber pasado por un tostadero de Valencia. El uso de la harina de algarroba para repostería ha crecido tímidamente e incluso la cooperativa está negociando con una distribuidora de la isla para ver si consiguen venderla entre las pastelerías.
Xico Guasch, de la empresa agrícola mayorista Agrupación Ibiza, opina que «es un sector al límite» que peligraría si decayera un poco más. «La algarroba está estancada por el precio del garrofín, que es el uso (como conservante) que creo que habría que promocionar», apunta. En la Cooperativa de Sant Antoni mantienen también la vista puesta en potenciar la marca de Eivissa para determinados usos. «Si se registrase la marca de la algarroba y la almendra se valorizarían estos productos y aumentaría la comercialización, un valor añadido que nos permitiría pagar un poco más al productor y que así hubiera más interés por trabajar el campo», sostiene Prats. El futuro dependerá de que los agricultores y distribuidores mantengan el tesón que ha caracterizado al sector. «En Eivissa también vivimos de cuidar el campo y de mantenerlo, no sólo del turismo», apostilla Juan José Torres de Can Frare, quien confiesa que se debate entre «la nostalgia y el sentido común» cuando le preguntan si continuará con el negocio familiar.
Unos campos cuidados, un seguro de futuro
«Nuestro objetivo es que los campos estén cuidados y si no se recogen las algarrobas ni las almendras y no se podan los árboles estos van envejeciendo», explica el gerente de la Cooperativa Agrícola de Sant Antoni, Juan Antonio Prats. Una de las consecuencias de este abandono podría llegar a cambiar la bella postal de los campos de almendros en flor. De hecho, a algunos de los árboles de es Pla de Corona ya les cuesta florecer por esta razón. Con el objetivo de mantener los campos cuidados, la Cooperativa ha puesto en marcha un servicio de poda para los socios y clientes. El servicio se puede contratar a través de los teléfonos 971 34 39 89 ó al 639 829 971. También se ofrece la posibilidad de triturar los restos de la poda, con la trituradora o la biotrituradora dejando estos restos aprovechables para hacer compost orgánico.
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