Por Miguel Angel González
A pesar de las incontables aportaciones que la bibliografía insular ha hecho estos últimos años a la historia pitiusa, todavía tenemos lagunas tan grandes que de ella ignoramos mucho más que lo que sabemos. Hemos ido sumando nuevos estudios sobre arqueología, sociología, etnología, folclore, personajes que fueron relevantes y hechos significativos, pero siempre se trata de estudios focalizados, monografías que investigan antiguos documentos, acontecimientos, aspectos o momentos concretos de nuestro pasado.
Nuestra bibliografía socio–histórica abunda en estudios que investigan una temporalidad acotada, pero nos faltan trabajos de síntesis, totalizadores, visiones que ofrezcan una perspectiva global y unitaria. Es muy posible que tal intento no se haya producido precisamente por los vacíos que todavía tenemos, porque todavía nos faltan muchas piezas para completar el puzle de nuestra dilatada historia insular. Aquí sólo tratamos de repasar aquella bibliografía y reflexionar sobre lo que sabemos y lo que ignoramos. En otras palabras, nos preguntamos en qué momento está la historiografía que manejamos. Una cosa está clara: cuando hablamos de visiones totalizadoras, tenemos cuatro puntales incontestables: el Archiduque Luis Salvador, don Isidoro Macabich, don Juan Marí Cardona y don Bartolomé Escandell Bonet. Los timbres líricos y estrictamente literarios de Marià Villangómez, –incomparables, por otra parte–, no pueden encuadrarse en la investigación histórica, lo que nos deja con la sola referencia de los cuatro primeros.
De entrada, cabe decir que la singular y monumental aportación del Archiduque no es –tampoco lo pretende– un estudio científico. El autor es un testigo excepcional y muy atento que nos describe lo que ve de forma exhaustiva, pormenorizada y ordenada. Pero siendo su trabajo impagable, sólo nos deja el encuadre que descubrió en las islas en el preciso momento de sus visitas. Es, por tanto, un referente circunstancial.
La obra de don Isidoro es otra cosa y recuerda, en cierta manera, ese cajón de sastre en el que cabe todo: viejos legajos, artículos periodísticos, panegíricos, apuntes etnológicos y costumbristas, incursiones históricas, poesías, etc. A don Isidoro le movía una curiosidad insaciable y un gran amor a la tierra, de manera que nada de las islas le resultaba ajeno, pero en él se cumple aquello de que ´quien mucho abarca, poco aprieta´. Su obra contiene más divulgación que investigación y, de hecho, en mi modesta opinión, el periodista le puede al historiador. Su trabajo es, tal como yo lo veo, tan ingente como desigual y desordenado. Diríamos que a don Isidoro le faltó cohesión, método y digestión. Lo que no es óbice para que sus textos sean una fuente inagotable de datos y constituyan un meritorio primer intento de abarcarlo todo.
Don Juan Marí Cardona es quien nos proporciona, con orden y rigor, la primera obra de investigación sobre nuestra historia. Su aportación es, en este sentido, formidable, posiblemente porque tuvo siempre muy claros sus objetivos que ya conocimos en el primer volumen de Illes Pitiüses, donde anunciaba ocho volúmenes con contenidos perfectamente definidos. Aun así, tampoco Marí Cardona pretende elaborar una historia global. Como él mismo advirtió, su obra tiene una acotación temporal concreta y es, mayoritariamente, un exhaustivo trabajo documental y de campo derivada, en buena medida, de la documentación que tenía a mano como archivero y, sobre todo, de las verificaciones que luego practica sobre el territorio: «resolguí aprofitar la documentació recollida i tractar de fer-la coincidir damunt la realitat actual, a fi d´ampliar els coneixements sobre la conquesta catalana del s. XIII i les conseqüències que va tenir dins de ca nostra». Como él mismo advierte, «els libres d´Entreveniments son un munt de dades documentals –no un estudi comparatiu per treure´n conclusions–, que van de 1528 a 1785».
Afortunadamente, la hilatura y el sentido totalizador que añoramos en el ingente aporte documental de Marí Cardona es algo que encontramos, como su mejor complemento, –pero también referenciado a un tiempo preciso– en los libros que el doctor Escandell Bonet tituló ´Ibiza y Formentera en la corona de Aragón (Siglos XIII-XVIII)´, primer trabajo que nos ofrece la historia como un todo coherente, no en vano es la obra de un especialista en historiografía y metodología histórica. El problema es que, después de Marí Cardona y Escandell Bonet, seguimos sin abordar con el sentido global y unitario que decimos, la historia anterior, la de los tiempos oscuros que desde el siglo XIII nos hacen retroceder hasta la primera habitación que nos descubre Ca na Costa, (periodo pretalayótico–eneolítico), hace ahora cuatro mil años. Y nos parece demasiada oscuridad. Particularmente cuando una parte importante de estos tiempos corresponde a la dilatada presencia oriental de fenicios, cartagineses y árabes. De la Ibiza púnica tenemos las excelentes monografías de nuestro museo arqueológico, pero necesitamos una obra que actualice y amplíe el estudio de intención totalizadora que tuvieron Miquel Tarradell y Matilde Font en la ´Eivissa cartaginesa´. Y de la ocupación árabe queda casi todo por hacer. Los estudios de Abárzuza, Costa Ramón y Rosselló Bordoy, siendo relevantes, son insuficientes. Marí Cardona puso sobre la mesa una valiosísima información sobre las antiguas alquerías que registra el ´Memoriale Divisionis´ y disponemos, por otra parte, de muchísima información paralela sobre la ocupación árabe en enclaves vecinos –Mallorca y levante peninsular–, trabajos por los que conocemos formas de vida, cultivos, vestidos, manifestaciones religiosas, costumbres, músicas y arquitecturas. A partir de aquí, nada debería impedirnos proyectar tales estudios sobre la ocupación árabe de nuestras islas, sobre tiempos de los que, incomprensiblemente, todavía sabemos muy poco.
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