Por @vicent_mari
El economista canadiense Kenneth Galbraith (1908-2006) dijo que cuanto mayor es la riqueza, más espesa es la suciedad. Debía tener razón porque en el caso de Eivissa, una pequeña isla que recibe millones de visitantes al año y que es considerada un destino de lujo y diversión, esta suciedad, además, es tan evidente que no puede ignorarse. De hecho, la pasividad –o incapacidad- del ayuntamiento en este tema es manifiesta pese a las numerosas protestas de los ciudadanos.
He preferido esperar al final del verano para escribir sobre este vergonzoso tema. Las fotografías que acompañan este artículo son una muestra evidente del estado de degradación que hemos alcanzado en esta ciudad. Las tomé dando un pequeño paseo de apenas diez minutos a primera hora de la mañana por los alrededores de mi puesto de trabajo y acabaron por forjar la decisión de escribir este artículo. Cuando se habla sobre la falta de limpieza que sufre la ciudad en alguna tertulia no puedo resistirme a contar el caso del cartón de casi medio metro de largo y algo más de veinte centímetros de largo que estuvo tirado en la calle, frente a mi puerta, en el negro asfalto junto a la acera de enfrente cuatro días sin que hubiera noticias del barrendero ni de otro servicio de limpieza. Finalmente, fui yo el que recogió el cartón, que estaba negro de los coches que, al aparcar, le pasaban por encima, y lo tiré al contenedor que estaba a cuatro metros.
Basura amontonada, maloliente o desperdigada, botellas rotas, manchas de orina, colillas y excrementos que, por desgracia, podemos encontrar con la misma facilidad con que respiramos, erosionan y desprestigian la imagen de la ciudad que tanto los residentes como los visitantes que vienen, se llevan a sus hogares y trasladan a sus conocidos, amigos y compañeros de trabajo. La imagen de la izquierda pertenece a lo recogido por un servidor en cuatro metros cuadrados de vía pública (2 de acera y 2 de asfalto/aparcamiento) cuando barrí la misma zona un par de días antes.
En las cartas que los ciudadanos envían a los medios de comunicación, y en las fotos que se cuelgan en las redes sociales tan solo constatan un problema cuya solución, a mi entender, no pertenece solo al ayuntamiento. De hecho, cuando me toca barrer, lo hago dentro y fuera del establecimiento y mucha gente me dice que no lo haga, que eso es cosa del ayuntamiento. Mi opinión es que este tema es cosa de todos. De los que vivimos aquí, de los servicios de limpieza que pagamos con nuestros impuestos y de quienes nos visitan.
Por cuestiones de trabajo, cada dos o tres meses viajo a Palma y a Barcelona. Palma es todo lo contrario de Eivissa. La limpieza en la ciudad es ejemplar hasta el punto de que hay que esforzarse tanto en calles como en plazas para encontrar algún papel o cartón tirado en el suelo. La gente es especialmente respetuosa y no tira las cosas con la misma facilidad con que sucede aquí. Los mismos comerciantes que tienen la tienda a pie de calle se encargan de barrer, fregar y recoger lo que haya en su porción de acera, sea lo que sea. Será cuestión de cultura o costumbre, pero esto aquí no pasa. Aquí casi nadie limpia su parte de acera, y ya no hablemos del asfalto que le sigue. Y por eso, en parte, tenemos la ciudad en el estado en que la tenemos. Yo he tomado ejemplo de Palma. No me quejo por lo que el ayuntamiento o su contrata de limpieza ha dejado de hacer, sino que hago lo que creo que debe hacerse.
Normalmente, y quienes me conocen lo saben, soy más críticos que constructivo, sobre todo cuando existe cierta mala gestión, pasividad y/o dejadez en cuanto a las funciones públicas. Mi labor no debe ser azotar, sino criticar y eso hago. Desde estas líneas quiero hacer un llamamiento a los residentes que vivimos en esta maravillosa ciudad: cuidemosla, valoremos lo que tenemos. Intentemos no ensuciar, seamos respetuosos con nuestro entorno y con los demás. Seamos responsables en nuestro modo de actuar. Eduquemos con valores a nuestros hijos para que no ensucien y ayuden a mantener las cosas y el entorno en buen estado.
La ciudad es una responsabilidad de todos. De lo contrario nos ocurrirá como en otros lugares: moriremos de éxito. De hecho, ya lo estamos haciendo.
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